'Quien a hierro mata' (Paco Plaza, 2019) es la demostración palpable de que un buen guion no significa hacer una buena película. No me malinterprete el lector, el thriller de Plaza no es un mal film, pero no es esa obra maestra que se lleva cacareando desde antes de su estreno. En una época, que comenzó hace cinco años más o menos, las películas que se estrenan sólo reciben dos etiquetas, o son obras maestras capaces de cambiar el arte, o son pérdidas de tiempo absolutas. ¿Dónde quedan las maravillosas gamas de grises, los matices, las grandes imperfecciones? ¿Dónde queda la famosa frase de Jean Cocteau sobre la imperfección en el arte?
Pero no nos alarmemos ni escandalicemos con las prácticas del conformismo intelectual. Lo que aquí nos importa de verdad es la película, y ésta parte de una sensacional historia de Juan Galiñanes, quien en su currículum posee el excelente montaje de la correcta 'Feedback' (íd., Pedro C. Alonso, 2019), además de ser un gallego de pura cepa, con ese particular sentimiento que nos caracteriza, aplicado a un libreto que, puesto en imágenes no brilla todo lo que debiera. Eso sí, hay planos inolvidables.