lunes, 9 de septiembre de 2019

'Cuestión de sangre', cuestión de tono



Ahora que se acerca la esperada 'Ad Astra' (2019) —la primera incursión de James Gray en el agradecido terreno de la ciencia ficción— es buen momento para recuperar la ópera prima de un director que, desde sus inicios, está yendo a contracorriente en todos y cada uno de sus proyectos. 'Cuestión de sangre' ('Little Odessa', 1994) se estrenó con más de dos años de retraso en nuestro país, por el que pasó con más pena que gloria a pesar de las excelentes críticas que tuvo. Eran tiempos en los que la distribución no temía a Internet y hacía con las películas lo que le daba la gana, prácticamente lo siguen haciendo ahora pero con el añadido de los lloriqueos. En cualquier caso hablamos de una película que destaca entre sus coetáneos, en un año en el que uno de los grandes triunfadores fue Quentin Tarantino con su 'Pulp Fiction', con la que el film de Gray comparte actor: el muy de moda por aquel entonces Tim Roth.

Precisamente Roth interpretó el film de Gray entre la admirada obra de Tarantino y la popular 'Rob Roy' (íd., Michael Caton-Jones, 1995), dos de sus roles más recordados. Sin embargo, la interpretación de Roth en la presente supone uno de los mejores trabajos del actor que, con la ironía que llevan de la mano tanto el éxito como el fracaso, es también una de las menos conocidas.




'Cuestión de sangre', cuyo presupuesto costó reunirlo dos años, todo a través de tarjetas de crédito, parece por momentos una especie de borrador de 'La noche es nuestra' ('We Own the Night', 2007), con la historia de dos hermanos en medio de intereses e ideologías, de formas de vivir, de tradiciones, de lazos que sólo tienen que ver con la herencia de la sangre, de lealtades. La Little Odessa del título, situada en el Brooklyn de hace 25 años parece una zona apartada en la helada Rusia. Pocas veces el cine nos ha presentado la ciudad de New York tan llena de nieve como en esta película, una nieve que representa además el ánimo de la mayoría de los personajes, pero sobre todo el de Roth, que camina por el film casi como un espíritu sin descanso, el eco de un forma de vida que no volverá, superviviente en una familia rota por las acciones de un autoritario padre (Maximilian Schell) que tampoco es el que era.

La tan cacareada tierra de las oportunidades es el peculiar purgatorio de una serie de personajes condenados a compartir lazos religiosos, familiares y mortales. Un purgatorio nevado en el que los pecados primero, y los sacrificios después, no tienen perdón ni redención. Gray, utilizando maravillosamente el ratio 2.35:1, film con una precisión que asusta, manteniendo planos de hasta doce segundos, cuando en los noventa la media en el cine de Hollywood era de tres a seis segundos. La utilización del doble de tiempo concede al film una tensión inusitada y continua, incluso en los instantes "tranquilos". Cualquier cosa puede pasar, y de hecho así sucede teniendo en cuenta el destino de muchos de los personajes. La fatalidad del destino, tan típica de los mejores noir, es otro de los elementos de 'Cuestión de sangre'. Un cruce de miradas por la calle o una simple sábana que oculta un rostro, pueden desembocar en el peor de los desenlaces.

Gray jamás carga las tintas, ni siquiera con la utilización de música sacra en muchas de sus secuencias, sobre todo las familiares, lo cual puede ser visto como pretencioso. Pero Gray, ya por aquel entonces, sabía perfectamente lo que hacía. Esta especie de niño prodigio, conocedor de la narrativa con imágenes en cine, ya se salía de lo convencional en su primer film. Si bien sus libretos suelen tener, entre otras cosas, connotaciones de tragedia shakesperiana, su puesta en escena apuesta por una sobriedad y gusto por la planificación —los personajes siempre están perfectamente colocados dentro del encuadre, que semeja un cuadro— como lógica evolución en una forma de narrar que ya no predomina en un Hollywood más preocupado por atontar al espectador con fuegos artificiales que emocionarles con una historia.



Gray hace honor sus historia con una puesta en escena de lo más adecuada —precisamente el mayor mal del cine actual, al menos en un determinado tipo de cine que busca desesperadamente una estandarización de la imagen que anula muchas veces la más importante herramienta del séptimo arte: la escritura que realiza la cámara—, y cuyas notas más precisas pueden hallarse en la secuencia en la que Joshua (Roth) ve a su padre por primera vez en el film —secuencia de una violencia seca y directa gracias al ángulo de la cámara—, o cuando él y su banda cometen un ajusticiamiento, y los contrastes claro/oscuros lo indican todo. Una cámara, en apariencia fría, como el paisaje que nos muestra a lo largo y ancho del metraje, dando por momentos la sensación de que el mundo civilizado no existe. Ruinas y escombros como alegoría de una familia que se deshace —los momentos con Vanessa Redgrave son enormemente dolorosos—, de personajes sin futuro. En medio dos hermanos tan diferentes —Roth y Edward Furlong, que considera ésta su película preferida de todas en cuantas ha participado— como iguales; uno con experiencia, el otro totalmente inexperto pero con una gran curiosidad por lo que pasa en el mundo.

'Cuestión de sangre' parece carecer del típico clímax final de muchas películas, pero Gray lo deja todo a la imaginación del espectador, al que jamás ha tratado como a un idiota —algo de lo que no pueden presumir la mayoría de directores del planeta—. El rostro de un Tim Roth consciente quizá por primera vez, de lo que se ha perdido, de lo que vendrá, es más que suficiente. Un fundido en negro, exacto al de inicio del film, cierra el círculo. Y la sensación de vacío que nos queda es terrorífica.

2 comentarios:

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