Mario Bava fue hijo de un director de fotografía, Eugenio Bava, también escultor, por lo que su dedicación al séptimo arte era algo lógico. Antes de dedicarse a la dirección trabajó como director de fotografía y encargado de efectos visuales para directores como Jacques Tourneur o Raoul Walsh, siendo también ayudante de dirección de Riccardo Freda, con el que inició, con películas como 'I Vampiri' (id, 1956) y más tarde con la sensacional ‘La máscara del demonio’ (‘La maschera del demonio’, 1960), el fantaterror gótico italiano, que nada tenía que envidiar a la famosa Hammer británica.
Tras esa época, que esconde verdaderas joyas en un cine desgraciadamente poco conocido fuera de su país, se hizo muy popular el giallo, subgénero de terror, inspirado en las famosas novelas policíacas y de misterio, gracias a directores como Dario Argento. Pero el origen del género se considera de forma oficial con la presente ‘La muchacha que sabía demasiado’ (‘La ragazza che sapeva troppo’, 1962), con la que Bava se adelantó en cierto modo a lo que más tarde se explotaría hasta la saciedad. Una pequeña maravilla no exenta de fallos pero que se disfruta de muy buen grado.