Si sangra, podemos matarlo
Tres años pasaron hasta que John McTiernan dirigió su segunda película tras la poca repercusión que tuvo ‘Nómadas’ (‘Nomads’, 1985) allá donde se estrenase si es que alguna vez lo hizo —en nuestro país salió directamente al mercado doméstico, lo que suele hacerse cuando no se cree en las posibilidades comerciales en salas de una película—. ‘Depredador’ (‘Predator’, 1987) fue un encargo que McTiernan supo aprovechar al máximo para hacerse un hueco en el cine y que su nombre no fuese el típico nombre de director intercambiable, de esos que tanto abundan en la industria hollywoodiense y más concretamente dentro del cine de acción o la comedia.