Sam Peckinpah estaba montando 'Grupo salvaje' ('The Wild Bunch', 1969) y ya se encontraba rodando su siguiente película, 'La balada de Cable Hogue' ('The Ballad of Cable Hogue', 1970), cuyo guion fue ofrecido a L.Q. Jones —uno de los actores fetiche del director— en una época en la que Peckinpah no tenía ni para comer. El exitazo del film protagonizado por William Holden cambiaría las cosas al menos en un sentido y es que desde entonces Peckipanh no tendría problemas para encontrar trabajo, algo que siempre le costó conseguir hasta el estreno del western que lo cambió todo. Sin embargo la excelente acogida crítica y de público —lo que hizo que el mismo estudio, la Warner, le financiase y distribuyese 'La balada de Cable Hogue'— fue un arma de doble filo, pues todo el mundo esperaba otra orgía de violencia y acción en su siguiente trabajo.
Pero 'La balada de Cable Hogue' es una película muy distinta al anterior film de Peckinpah aún enmarcándose dentro del género del western, lo que hizo que muchos se despistasen esperando encontrar otra cosa. En realidad hablamos de la película más personal de su autor, aquella en la que puso más de sí mismo, y que paradójicamente fue un fracaso. El tiempo la ha puesto en su lugar, desvelándose como un film magistral no sólo dentro de la filmografía de Peckinpah, sino también dentro del western, que en aquellos años acentuaba su lado crepuscular, y dentro del nuevo cine que se inició en los 70, década en la que empezó a destacar una nueva ornada de directores, tales como Martin Scorsese, Francis Ford Coppola, George Lucas o Steven Spielberg entre otros, que enseguida marcaron la pauta a seguir en años futuros.