sábado, 29 de julio de 2017

Retrato de Jennie - Nada muere, todo cambia



 Desde siempre, el hombre ha mirado los confines del infinito y se ha planteado las eternas preguntas: ¿Qué es el tiempo? ¿Qué es el espacio? ¿Qué es la vida? ¿Qué es la muerte?

'Quién sabe si morir no es vivir
y si aquello a lo que los mortales llaman vida
no es sino la muerte?'
Eurípides

Durante muchas civilizaciones, filósofos y científicos han ofrecido respuestas, pero seguimos desconcertados porque cada alma humana debe encontrar el secreto en su propia fe. La leyenda inquietante del 'Retrato de Jennie' se basa en los dos ingredientes de la fe: Verdad y Esperanza. Ese retrato se exhibe en el Museo Metropolitano de Nueva York. Y existió una joven llamada Jennie que posó para que la retrataran. Eso es verdad. En cuanto al resto, la ciencia nos dice que nada muere, sino que se transforma. Que no siquiera el tiempo pasa, describe curvas a nuestro alrededor. Y que el pasado y el futuro están juntos con nosotros, para siempre. De las sombras del conocimiento y de un cuadro que cuelga en un museo surge nuestra historia. Si es verdad o no, no se lo dirá esta pantalla, sino su corazón.

' La belleza es verdad, la verdad belleza,
eso es lo único que sabéis en la Tierra,
y lo único que necesitáis saber.'
Keats

Y ahora 'El Retrato de Jennie' 


Con esas enigmáticas palabras, enmarcadas desde el cielo y surgiendo entre las nubes la ciudad de Nueva York se inicia 'El Retrato de Jennie'. Como comenté en la crítica de 'El fantasma y la Sra. Muir', en los años 40 surgieron algunas películas enmarcadas en la denominada 'Fantasía romántica'. Parte de una novela de Robert Nathan, del cual el año anterior se adaptó al cine 'La mujer del obispo', una película que comparte con 'Retrato de Jennie' esa presencia etérea. La novela era una historia de fantasmas breve, íntima,  frágil a la cual Selznick le confirió una grandilocuencia similar a 'Lo que el viento se llevó' y 'Duelo al Sol'. Selznick estaba obsesionado con repetir el éxito de 'Lo que el viento se llevó' en películas como 'Desde que te fuiste' , 'Te volveré a ver' y la mencionada 'Duelo al Sol'. El año antes de la producción de 'Retrato de Jennie', el mismo director, William Dieterle, y la misma pareja, Joseph Cotten y Jennifer Jones, había coincidido en 'Cartas a mi amada',  en la cual Jennifer Jones había sido nominada al Oscar a la Mejor Actriz. Selznick fue responsable en 1943 de llevar al estrellato a Jennifer Jones en su primera película como actriz protagonista, con la cual conseguió su primer y único Oscar a la Mejor Actriz.

Durante aquellos años se inició un romance entre Selznick y Jones que finalizó en boda en 1949, un año después de 'Retrato de Jennie'. La obsesión de Selznick era convertir a Jones en una estrella absoluta de Hollywood. Junto a William Dieterle, un director de especial cuidado y sensibilidad, crearon una mezcla entre el gran cine clásico americano y el expresionismo alemán. Dieterle se mantuvo cerca de la historia original, a pesar de las interferencias de Selznick en el guión, desarrollo y otros aspectos técnicos. Aún así Dieterle se las arregla para mostrar una historia que fluye a través de la estética visual.  Desde ese prólogo, de preguntas abstractas sobre la relatividad del tiempo, vemos emerger la voz y la presencia en un lienzo que se funde con la ciudad de Nueva York a Eben Adams (Joseph Cotten), un pintor sin dinero que sobrevive a duras penas y que en sus obras no consigue encontrar ese alma y chispa necesaria. Todo cambia cuando conoce a Jennie (Jennifer Jones), una niña extraña con apariencia de otra época. Eben le hace prometer a Jennie que no se olvide de él cuando ella crezca y es cuando Jennie desaparece pero no su espíritu que alimenta el arte de Eben. La película juega constantemente con esta pregunta: ¿Jennie es una creación de Cotten para darle esa chispa creativa o es una aparición sobrenatural que traspasa las barreras de la muerte, la vida, el pasado y el tiempo?. La única evidencia de la autenticidad de Jennie es una bufanda, un objeto tratado de manera especial por todos lo que hacen contacto con ella.



La ciudad de Nueva York se establece como un personaje más, pareciendo una dimensión paralela entre el pasado del que viene Jennie y el presente donde Eben espera. La estética vaporosa da la impresión de que todo es como un sueño. Además hay tomas que funden los escenarios con un filtro para crear la impresión de ser un lienzo pintado, haciendo alusión a la profesión de Eben y la forma en la cual el arte atrapa un momento en el tiempo. Esa técnica da a la película un aspecto levemente surrealista (Buñuel se sintió atraído por esta película), como si la pintura tomara vida. Las escenas en la ciudad, especialmente las secuencias de patinaje sobre hielo, están bellamente rodadas y parecen como si fueran pinturas impresionistas. La fotografía (por la cual fue nominado Joseph H. August) es uno de los puntos fuertes de la película. La imagen estilizada, la fantasía y la extravagancia visual alcanzan su punto visual en una parte final donde ese monocromatismo tan presente, se baña llegando a un verde enojado en una tormenta y después se contrasta en un color sepia, culminando en un brillante Technicolor que nos muestra la obra maestra del pintor. Esos efectos fueron galardonados con el Oscar a los Mejores Efectos Especiales.

La propia Jennie se filma a menudo saliendo o desapareciendo en una luz brillante, acentuándola como si fuera un ángel. Aunque esa vistosidad no tapa ni encumbre el profundo romanticismo entre Eben y Jennie. Las preguntas iniciales del prólogo son de hecho los elementos tangibles que desarrollan el romance. Eben y Jennie despiertan fuerzas desconocidas que les han unido a pesar del tiempo, como si ese fuera su destino. Hacia el final, esa escalera de caracol nos da como un vórtice simbólico del tiempo y del destino en el cual se impone el poder del amor. Jones, en su interpretación sensible y extraña, se nos presenta como una figura cercana y distante, carnal e irreal. Jones con su actuación nos convence de su coquetería e inmadurez, de su evolución en un tiempo que solo pasa a ojos de Eben. Cotten está ideal como ese pinto taciturno transfigurado por el amor y el poder de la figura de Jennie. Además interviene Ethel Barrymore con un papel sólido y siendo como esa voz real que conduce a Eben.

Cuando se junta arte, amor y fantasía en una película y funciona de manera tan equilibrada, no extraña que 'Retrato de Jennie' sea una de esas películas que quienes vean cine clásico se les quede marcadas en su memoria. Su romanticismo de ensueño, la fascinación, la sobrenaturalidad, el poder de su efecto visual cala en el espectador. E incluso fuente de inspiración de una de las consideradas mejores películas de la historia: Vértigo. Pero eso amigos, ya es otra historia.


Trailer de 'Retrato de Jennie'




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