Es curioso que a lo largo de los años y con una dilatada y variada cinematografía, se siga asociando el nombre de Billy Wilder con la comedia. No es una definición desacertada pero tampoco es la más correcta. De hecho en sus primeras películas como 'Perdición', 'Dias sin huella' y 'El crepúsculo de los dioses' mostraba un tono oscuro y dramático. Eran películas sobre la codicia, la adicción y la decadencia. Con 'El gran carnaval', Billy Wilder exploraba las profundidades del alma humana resultando ser una de sus películas más duras y oscuras, a la par de una lucidez extraordinaria.
Fue la primera película que escribió, hasta entonces, sin su inseparable Charles Brackett. Poco antes de su ruptura Billy Wilder ya se había puesto a investigar un tema que le presentó Walter Newman, guionista años más tarde de la magnífica 'El hombre del brazo de oro'. Se inspiró en un par de relatos que habían marcado a Estados Unidos unos años antes. Una de esas historias se situaba en 1925, Floyd Collins, propietario de una cueva, se quedó atrapado en ella. Un periodista local, William Burke Miller, participó en las labores de rescate mientras cubría el suceso para el periódico que trabajaba. Collins falleció en la cueva pero el país entero se fascinó por su fatal destino. Miller ganó el Pulitzer por ello en 1926. La otra historia ocurrió en 1949 cuando una niña de tres años cayó en un pozo. Apenas una hora después se había desarrollado una operación a gran escala y se juntó una gran multitud. Se ofreció mucha gente a ayudarla tanto mineros como incluso enanos de un circo cercano. A pesar de sus esfuerzos, sacaron a la niña muerta. Billy Wilder recordaba este tipo de historias en su propia experiencia. Fue periodista en Viena durante los años 20 y tenía una amplia desconfianza hacia el mundo periodístico y su inclinación al sensacionalismo, algo que agitaba a las masas y sacaba su morbo ante la explotación del dolor ajeno.
En 'El gran carnaval', Kirk Douglas es Chuck Tatum, un impetuoso reportero con grandes problemas con la bebida y que ha sido despedido de más de una decena de periódicos. Tatum está atrapado en la solitaria Alburquerque trabajando en un pequeño periódico esperando esa gran oportunidad que le saque del ostracismo. Después de un año trabajando, descubre como un hombre (Richard Benedict), se ha quedado atrapado en un derrumbe mientras buscaba unas reliquias indias. Tatum se da cuenta de que es la oportunidad perfecta para reconstruir su reputación. Se le ocurre un plan brillante para mantener durante más tiempo al hombre en esa cueva mientras aprovecha para apropiarse de la noticia y dilatarla en el tiempo lo máximo posible. Su manipulación llega hasta el sheriff, el cual piensa que con su ayuda puede ganar las próximas elecciones. Incluso la desolada esposa del hombre atrapado (Jan Sterling) acepta seguir a Tatum ya no solo para ayudar a su restaurante, también para ser una excusa para salir de allí.
La zona donde está atrapado este hombre se convierte poco a poco en una atracción turística con coches que desfilan hacia el lugar del accidente, trenes que descargan cantidades enormes de gente y espectáculos que se montan alrededor. Tatum y el sheriff dirigen todas las tareas de rescate, mientras la gente espera con un morbo atroz ver como desarrolla todo. El espectáculo de la noticia se impone al verdadero drama humano de ese hombre. La ambición de Tatum es desmedida. Da buena cuenta de como es cuando dice: "Conozco los periódicos de arriba a abajo. Lo he escrito, editado, impreso, doblado y vendido. Hago noticias grandes y pequeñas. Y si no hay, salgo a morder a un perro". Kirk Douglas no interpreta a Tatum, más bien lo devora en una actuación frenética, salvaje y fascinante: "Llevo mucho tiempo esperando mi oportunidad. Ahora que tengo un filón voy a explotarlo hasta la saciedad". Es un hombre sin miramientos ni sentimientos. Tatum es el antihéroe cínico que está dispuesto a vender su alma al Diablo.
El hecho de que Billy Wilder asuma la dirección, el guión y la producción por primera vez, demuestra de inmediato la implicación personal que le supuso, como si quisiera sacar a ese demonio que duerme en cada uno de nosotros. Aún así, como años después mostró en 'Traidor en el infierno', estos antihéroes son una mezcla de corrupción y decencia, no son tan cínicos como aparentan. Hay una luz que brilla en forma de empatía, incluso en un acto final repleto de remordimiento y redención. A pesar de todo, 'El gran carnaval' fue muy incomprendida en el momento de su estreno. Fue una película que el tiempo puso en su sitio. De hecho se acusó a Wilder de ser exagerado cuando en cambió realizó una película atemporal donde vemos reflejado ese placer morboso en cada noticia que vemos día a día. ¿Cuántos programas viven actualmente de la desgracia ajena? ¿Cuántas noticias solo buscan asustarnos para mantener nuestra sed de sensacionalismo. Como bien dice Tatum: "¿Sabes que fue lo primero que aprendí? Las malas noticias venden más. Porque las buenas noticias no son noticias"
Parece difícil de creer que Billy Wilder fueran tan visionario en 1951. 20 años antes, Mervyn LeRoy en 'Sed de escándalo' ya había mostrado el poder manipulador de la prensa y la búsqueda morbosa en la vida pasada de una persona para obtener una noticia, sin tener en cuenta las consecuencias emocionales que sufriría esa persona. Este tipo de película son tan cínicas como honestas como igualmente necesarias para ver como es la sociedad. Todo es muy repulsivo. Mientras van manipulando, obtienes beneficios. Si hay una fórmula ganadora ¿Por qué no aprovecharla? Y sobre todo ¿Qué importan los demás? Esos oportunistas graznan ante nosotros en la televisión, en la radio, en redes sociales, proclamándose reporteros de la verdad absoluta que solo buscan una cobertura mediática, no del hecho, más bien de sí mismos siendo unas figuras llenas de ego que creen escribir sórdidas historias de "interés humano".
'El gran carnaval' va más allá de ser una película y es una muestra de lo peor del ser humano e incluso de obligado visionado en facultades de periodismo por esa visión tan despiadada, ya no solo de reporteros y periodistas, también de todo lo que le rodea. No es agradable pero es necesaria y es ante todo una película sobre cómo todos podemos ser cómplices de un circo moral.
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