lunes, 16 de diciembre de 2019

'6 en la sombra', la casa de papel



En este mundo, en el que enseguida tenemos la necesidad de señalar a un culpable por el motivo que sea, ¿quién sería el culpable de la plantación de la semilla que conduciría al cine a una estandarización de la imagen que en estos momentos es prácticamente moneda de cambio en todas las productoras dispuestas a gastar su dinero en el llamado séptimo arte? En los ochenta y noventa varios directores que provenían de la maldita publicidad dieron su salto al celuloide serio para bien o mal del respetable espectador. Nombres como Tony Scott, en los ochenta, o precisamente Michael Bay, en la siguiente década —añadimos el de Adrian Lyne y ya tenemos el trío perfecto—, hicieron su debut para ser hoy reverenciados ambos por un amplio sector de público, incuso de cierto sector de la crítica. Más de veinte años después, con Scott ya muerto, y durante los que hemos visto desfilar a un montón de directores tirando de las mismas herramientas, o empresas convirtiendo cierto estilo en sello de... personalidad, con Disney al frente, Bay sigue amasando millones gracias a su tan querido y vacuo estilo lleno de filtros con dramáticos y anaranjados atardeceres. Haberse asociado con Netflix para su última película no es más que un paso coherente debido a las nuevas formas de consumo del cine.

El todopoderoso portal ha puesto su grano de arena al citado proceso de estandarización, si cabe aún más que Disney a través de todos los productos que controla —si en unos años no son dueños del planeta, me extrañaré mucho—, los cuales, y salvo muy determinadas excepciones, son absolutamente intercambiables entre sí, ya sean películas de superhéroes o insultos al espectador con adaptaciones en imagen real de sus clásicos animados. A ello hay que sumar, en el caso de Netflix, el llamar a directores ilustres a sus filas, caso de Alfonso Cuarón, los Coen, Martin Scorsese o Michael Bay en este hipervitaminizante '6 en la sombra' ('6 Underground', 2019) que probablemente sea visto por más espectadores que 'El irlandés' ('The Irishman', 2019) aunque no gane ningún premio ni sea objeto de polémicas provocadas por ciegos mentales.



En cualquier caso cualquier duda al respecto del buen funcionamiento del conjunto Bay/Netflix no tiene lugar. '6 en la sombra' es el producto perfecto para consumir en estos tiempos del streaming. Contiene todos y cada uno de los elementos que han caracterizado el estilo de Bay, pero simplificados hasta lo más básico. El guion no pasa de las tres líneas: un multimillonario forma un grupo de élite para intentar erradicar el mal del mundo, empezando por un tirano dictador que tiene a su pueblo totalmente diezmado mientras aterroriza al resto. Una simple excusa para dar rienda suelta a sus tics visuales, esto es, ralentí cada dos por tres, cámara casi a ras de suelo mientras da vueltas alrededor del personaje central para ensalzarlo, y con ello algunos valores de dudosa ética y moral, aunque eso es lo de menos, ya sabemos de qué pie cojea Bay, muchas explosiones, y mucha cámara lenta cuando el bien logra vencer al mal. Todo ello elevado a la enésima potencia en la que es la película más bestia de su director.

Eso es precisamente lo mejor de esta nueva entrega del estilo Bay, los detalles sangrientos que se suceden sobre todo en su primer tercio, el cual por otro lado adolece de falta de coherencia interna, siendo un absoluto caos en el montaje, obra y gracia de Roger Barton y Calvin Wimmer, a los que ha echado una mano William Goldenberg, aunque no quede muy claro en qué parte. La utilización de flashbacks en sus primeros 40 minutos es una clara muestra de lo que no debe hacerse a la hora de narrar. Tan confusa es la sucesión de imágenes que tras ese largo prólogo necesitan una vez en off que dice: "ahora ya estás al día". Lo realmente divertido del tema es que da igual, como espectador no me interesa lo más mínimo lo que he visto hasta ese instante, y todo ello intentando entrar en el juego que propone su director, algo que sí conseguía en bastantes de sus anteriores películas.

La premisa de millonario que finge su propia muerte y forma un grupo de élite para erradicar el mal del mundo, ayudado eso sí, de una riqueza inimaginable y todo los gadgets del mundo, tiene un gran atractivo. Los films, o series, que son ficciones en las que se pone en tela de juicio el sistema suelen tener una gran aceptación. Ahí tenemos la serie española 'La casa de papel', con la que han jugado en la promoción del film de Bay, y ya de paso con la segunda parte de la segunda temporada —eufemismo de cuarta temporada—, que pone en imágenes el deseo colectivo de levantarse contra el podrido sistema. En realidad '6 en la sombra' tiene muchos parecidos con la serie, con una diferencia sustancial, unos 100 millones de dólares más de presupuesto. Aquí no se trata de robar dinero u oro, sino de acabar con la dictadura de un país sometido por un tipo con muy malas pulgas y con tendencia a gasear a los que no están de acuerdo con él. Sin demasiada complicaciones, todo con un trazo grueso que resta intensidad y apuesta por lo aparatoso antes que por el espectáculo bien entendido.



Un espectáculo en el que la palabra tensión —la que precisamente provoca un buen montaje— brilla por su ausencia. Ninguna de las situaciones en las que se ve metido el grupo de protagonistas —que dicho sea de paso no poseen el más mínimo carisma, no siendo más que clichés con rostro— nos ponen al borde de la butaca —perdón, el sofá de casa— sufriendo con los personajes. Ryan Reynolds está como de costumbre, incluso diría que con menos ganas; cuatro chistes verbales, alguno sobre el pirateo de películas en los móviles, muy acorde con estos tiempos de consumo minimizado, y poco más. Así mismo resulta bastante triste lo poco aprovechada que está una actriz como Melánie Laurent, que se pasea todo el film con cara de no saber muy bien qué hace en el mismo. El resto son caras más o menos desconocidas, algunas en la nómina de Netflix. No hay trabajo actoral. Hablamos de muñequitos. Como en las película de superhéroes.

Ecos de James Bond, de misiones imposibles y de anteriores trabajos del director, algunos de los cuales parecen obras maestras en comparación. Pero a Bay le importa todo bien poco, lo sabemos de sobra, ni las malas críticas ni las consecuencias e influencia que pueden tener sus taquillazos. Él y sus mil cámaras poseen el trono del autor —sí, he dicho autor— con más chulería en Hollywood, consciente de dar a un amplio sector del público lo que quiere o demanda. En Netflix probablemente tenga tanto éxito como en la pantalla grande. Y la película huele además a saga...

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