martes, 9 de julio de 2019

'Sully', el optimismo


'Sully' (íd., 2016) es la película número 35 de Clint Eastwood como director. También una de las más cortas: 96 minutos. Su cuarto biopic consecutivo tras los dedicados a J. Edgar, los Jersey Boys y Chris Kyle, personas reales que en la ficción se convierten en personajes del universo Eastwood. Personajes más allá del bien y del mal con los que el director natural de San Francisco ha metido el dedo en la llaga, sobre todo de índole moral. Una búsqueda de la verdad desde la ficción que ha acabado en fábulas sobre la realidad.
Tras la magistral ‘El francotirador’ (‘American Sniper’, 2014) Eastwood ha cambiado de tono completamente, pero conservando la estructura y estilo de todos sus biopics, tomando como referencia el mejor de todos, esa oda a la libertad que mostraba el lado más oscuro de Charlie Parker. Sin embargo, la ironía y mala leche de sus mejores películas, la dureza sin paliativos de sus obras más hondas, desaparece en ‘Sully’, convirtiéndose ésta en el film más optimista, por así decirlo, de su filmografía tras las cámaras.


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La hazaña que Chesley “Sully” Sullenberger llevó a cabo en enero del 2009 —amerizar sobre las frías aguas del río Hudson, salvando la vida a todos los que iban a bordo— es narrada por Eastwood con su habitual destreza. Una vez más la historia no es la misma, aquella depende de los ojos de quien la mira, del punto de vista de quien la ha escrito. Para Eastwood aquello que no vemos siempre es más interesante —como en la vida misma— que aquello que vemos o simplemente conocemos por noticias.
Con una construcción narrativa, que condensa en apenas hora y media un buen número de sucesos, el director de 'Sin perdón' (‘Unforgiven’ 1992) describe a otro de sus “solitarios” personajes. Apartado narrativamente en determinados instantes, para ofrecer también cierta visión sobre la soledad, el Sully de Eastwood es otro de sus jinetes pálidos, que se enfrentan solos a un sistema, siempre puesto en tela de juicio en los films del californiano. Sin embargo, como decía, esta vez no hay ironía, ni crítica salvaje, ni cuchillos clavados en el último tramo del film.
Dicho apunte juega a favor y en contra del film. La capacidad de síntesis en la narración por parte de Eastwood le hace conectar con sus tan admirados clásicos, con William A. Wellman a la cabeza. Además se estrena en el montaje, tomando el testigo de Joel Cox, Blu Murray, que habrá ayudado lo suyo a hacer “pequeña” la historia. También el mensaje no puede quedar más claro. Ser aún más claro sería hacer concesiones o caer en la vulgaridad. Y Eastwood puede ser o parecer cualquier cosa menos vulgar.
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Por supuesto una de las grandes bazas de ‘Sully’ es su reparto. En concreto Tom Hanks. Eastwood siempre ha demostrado ser un excelente director de actores. Una vez más puede apreciarse en su cine. Aaron Eckhart desprende una enorme naturalidad, y Laura Linney, en su tercera colaboración con el director, y sin necesidad de fingir las llamadas telefónicas —son reales— muestra otra de sus múltiples caras. Qué maravillosa actriz, y qué camaleónica. Evidentemente, la absoluta estrella de la función es Mr. Hanks, que aquí realiza una de sus más matizadas interpretaciones.
Hanks pocas veces ha estado tan perfecto. Controlando con precisión cada uno de sus gestos, cada una de sus miradas, y haciendo suyo el personaje —el auténtico Sully quedó impresionado de lo bien que Hanks supo captar su esencia—, trasladándolo al universo Eastwood donde pululan otros cuantos como él. El actor hace gala de una excelente, y casi intimidante, serenidad. Eastwood se apoya en él para hablar sobre la verdad, y sobre los miedos de todo héroe. Atención a las impresionantes visiones oníricas del piloto.
Con una sonrisa como inesperado final, y los ecos de Frank Capra, Eastwood nos ofrece su film más bienintencionado. El héroe sigue teniendo sus sombras —impecable nuevo trabajo de Tom Stern—, y su determinación, por encima de los pensamientos y sentimientos de los demás, son la muestra de la experiencia, siempre vital, siempre necesaria. También alude el cineasta a uno de sus credos: una película es el resultado del trabajo conjunto de todo un equipo de personas. Como los capitanes de los dos ferrys que actuaron con la suficiente rapidez.
Todo ello mientras reta, como siempre ha hecho, al espectador atento.

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