jueves, 4 de julio de 2019

'Éxodo', todos los frentes


‘Éxodo’ (‘Exodus’, Otto Preminger, 1960) es la película que dio a Paul Newman la condición de gran estrella. Aunque ya era conocido por varios populares papeles, fue su interpretación del líder judío Ari Ben Canaan para esta superproducción la que le elevó hasta lo más alto en popularidad, gracias a que el film fue un estruendoso éxito en todo el mundo. Por el tema muchos llamaron oportunista a su director, el gran Otto Preminger, que produjo él mismo la película.
El director de obras maestras como ‘Laura’ (íd., 1944) había quedado impresionado con la novela de Leon Uris que se basó la creación del Estado de Israel, y la odisea del Exodus 1947, barco que transportó 4500 judíos desde Francia a Palestina, que estaban bajo el mando del imperio británico, estos interceptaron el barco y devolvieron parte de sus ocupantes a Francia y otros a Alemania a campos muy parecidos a los del exterminio. Eso fue la historia real, tanto el libro como la película convirtieron ese viaje en un éxito.


El libro fue publicado a finales de los años cincuenta y su éxito fue espectacular. Uris no oculta en ningún momento su mensaje pro sionista, lo que en la actualidad molesta a muchos, ya que la historia ha cambiado desde entonces. El film procura, dentro de tan espinoso tema, conservar su imparcialidad, aunque por supuesto, el triunfo y algunos de los logros de los judíos son relatados con cierta épica que engrandece dichos actos. Evidentemente, cada uno, con sus propias ideas, verá lo que quiera ver, como ocurre con toda manifestación artística.
Para el guión de la película Preminger prescindió del autor de libro, algo con lo que salió ganando porque contrató al prestigioso Dalton Trumbo, que en aquel momento era uno de los nombres de la famosa lista negra del senador McCarthy en su polémica caza de brujas. Preminger convenció a Trumbo de que firmase con su nombre, añadiendo otra gota de polémica al proyecto. Ese detalle animó a Kirk Douglas a anunciar que Trumbo también era el guionista de 'Espartaco' (‘Spartacus’, Stanley Kubrick, 1960). Dicho detalle fue el inicio del fin de la caza de brujas.
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En el guión de Trumbo vemos personajes con todas las posturas políticas en ambos lados. Así pues del lado británico un impresionante y muy elegante, como siempre, Ralph Richardson, da vida al General Sutherland, quien en un momento dado comenta que dan igual las ideologías, dando a entender que siempre se acaba en guerra con otros seres humanos. Peter Lawford, por la contra realiza una divertida composición de un militar británico ignorante y racista. El episodio con Ari (Newman) y la arenilla en el ojo es el único cómico del relato que llega a las 3 horas y 20 minutos.
John Derek interpreta a un árabe bondadoso cuyo destino es uno de los puntos más dramáticos de la película —siempre vestidos por la música de Ernest Gold que se llevaría el Oscar—, y en el lado judío la cosa se divide entre aquellos que utilizan la violencia parta hacerse oír y los que la condenan, presentando con ello conflictos familiares para añadir así más gotas de drama al asunto. David Opatoshu como líder terrorista, asegurando que ninguna nación se creó sin derramamiento de sangre, enfrentado a un magnífico Lee J. Cobb como su hermano pacifista. En medio de ambos, Ari (Newman), el verdadero héroe de la función.
Eva Marie Saint es el personaje femenino por excelencia, una estadounidense que comienza sintiéndose extraña con los judíos, pero al conocerlos más por su trabajo —es enfermera voluntaria—, y por supuesto enamorarse de Ari, irá cambiando su forma de pensar. Además la historia de amor supone un gran reclamo, y Preminger se apoya en ella para seguir dotando al film de épica y dramatismo.
Si hay algo que se le puede achacar a 'Éxodo’ es precisamente ese exceso de dramatismo, que aunque impecablemente filmado por su director, éste sorprendentemente se recrea en ello. Sirva como ejemplo la secuencia de la judía Karen —Jill Haworth rayando lo cursi en cada una de sus apariciones— descubriendo a su padre. El momento es terrible y delicado, pero el director lo alarga demasiado, como en algún que otro momento, como el famoso discurso de Ari cerca del final.
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Paul Newman y Otto Preminger en el rodaje de 'Éxodo'

Con todo Preminger logra que la duración de su película no se note, tensando muy bien la emoción a lo largo de los distintos bloques narrativos —el barco, quizá la mejor parte del film, la llegada a Palestina, la huida del campo, etc—, y dirigiendo con una elegancia inusitada, realizando composición clásica en los planos que recuerdan a sus films de los años cuarenta, aun gozando del formato Super Panavision 70, en el que el trabajo fotográfico de Sam Leavitt, en una de sus mejores obras, se llena de colores ardientes que transmiten pasión.
Dos de los aspectos más recordados del film son la interpretación de Sal Mineo y la banda sonora de Ernest Gold. Sólo por la secuencia del primero confesando lo que los nazis hicieron con él, en una escena larga y tensa, uno ya comprende la más que justa nominación al Oscar para el joven actor. Como anécdota para los amantes del doblaje, dicha secuencia, en la que en original el personaje confesaba haber sido violado, la censura franquista hizo de las suyas cambiando por completo lo que Mineo dice y justificando el nazismo.
En cuanto a Gold, el sólo inicio del film ya llega para que la música atrape a uno. En unos títulos de crédito diseñados por Saul Bass, un fondo azul y una llama que arde en el inferior del plano, suena el leit motiv que se repetirá en aquellos poderosos instantes en los que el lado humano sobrepasa cualquier ideología política. Un merecido Oscar a una música que cobraría fama por una película que ya tenía su carrera comercial hecha desde el inicio del proyecto, debido a la importancia del tema.
Paul Newman demostraría aquí, a sus 35 años, que ya podía empezar a hacerse cargo de personajes maduros mentalmente hablando. El actor demuestra ya una naturalidad fuera de lo común, aportando elegancia y pasión a un personaje caramelo. Destacan sus reacciones al mando de la rebelión en el Éxodo, y su paseo nocturno por la cubierta escuchando en silencio las opiniones de un pueblo dispuesto a morir de hambre antes de volver a ser sometido.
A pesar de no llevarse bien con Preminger —imagino que chocarían dos formas de ver el cine totalmente diferentes— los resultados fueron espectaculares.

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