‘La gata sobre el tejado de zinc’ (‘Cat on a Hot Tin Roof’, Richard Brooks, 1958) es una de las películas más famosas en la filmografía de Paul Newman. También en la de Elizabeth Taylor, quien sin duda realizó una de sus mejores interpretaciones. Lo cierto es que estamos hablando de uno de esos clásicos incólumes que generación tras generación va ganando adeptos y consolidándose su fama de título inmortal a través del paso del tiempo. Basada en la obra homónima de Tennesse Williams, quien primero no comulgaba con la versión cinematográfica, y años más tarde opinaba un poco mejor.
Es evidente que una obra en la que el sexo está continuamente presente —el protagonista es homosexual, como el propio autor de la obra, y la mujer actúa desesperada por el deseo que siente hacia su marido— la llamada censura, que tantos y tantos males ha provocado por desconocimiento, iba a impedir lo explícito de la homosexualidad del personaje central masculino, algo que no gustó mucho a Williams, que además quería a Vivien Leigh para el personaje femenino.
Paul Newman, en un papel que antes fue ofrecido a Montgomery Clift —lógico, otro actor del idéntico método— y Robert Mitchum —habría sido realmente interesante de ver— pensaba que estaba filmando un guión fiel a la obra y cuando descubrió las diferencias expresó su disgusto. Con todo un Richard Brooks en plena forma logra compensar esos cambios tan considerables, realizando un film lleno de detalles muy ingeniosos en la puesta en escena, evitando las limitaciones al respecto en una obra teatral adaptada.
La acción se desarrolla en tres espacios vitales en el interior de una mansión sureña. En el piso superior la habitación de Brick y Maggie (Newman y Taylor), donde el primero se somete a los delirios del alcohol —el actor da vida a un borracho muy curioso, nunca perdiendo el norte— pues tiene motivos para ello, es un ex-atleta al que las ovaciones del público le llegan como ecos tras una borrachera monumental en la que se rompe un tobillo, su mejor amigo, Skipper —vital en la narración—se ha suicidado, y no es capaz de dejar embarazada a su mujer Maggie.
Es en ese espacio, entre íntimo y violento, en el que las muletas que lleva Brick simbolizan el hecho de que no puede valerse por sí mismo en cuestión de emociones, y a veces son utilizadas como símbolo fálico. En ese nivel el espejo será el objeto que refleje los impulsos contenidos de Brikc hacia Maggie, y una cama el símbolo de los ardientes deseos de ella. Sublime el instante en el que la madre de Brick —una sensacional y entrañable Judith Anderson— mientras golpea esa cama le espeta que los problemas de las parejas son siempre por eso.
Todo el relato gira alrededor de la triste noticia del cáncer del patriarca de la casa, un inconmensurable Burl Ives, actor en el que pensaba Williams mientras escribía el personaje. Así pues, el nivel medio, junto con el exterior de la casa representan el lugar donde esa verdad saldrá a la luz, el lugar donde el hermano mayor de Brick y su indeseable esposa intentarán velar por sus intereses de cara a una jugosa herencia, y también donde Brick, en medio de una significativa tormenta, romperá su muleta teniéndose que apoyar en Maggie, sutil metáfora de lo que sucederá más tarde.
El sótano, lleno de recuerdos y recuerdos, es el lugar de los verdaderos sentimientos, donde Brick y padre arreglarán por fin sus diferencias, alegando al verdadero legado que te puede dejar una persona: el amor. Brooks, que sabía un rato sobre espacios escénicos y cómo mover la cámara por ellos, aprovecha cada rincón de la casa, cada esquina, puerta, muro, ventana, y sobre todo las escaleras, aquellas que separan el cuarto de Brick y Maggie del resto, y que salvo el final, muestra a Brick subiéndolas o bajándolas con dificultad, como evidente alegoría a sus miedos.
En un principio ‘La gata sobre el tejado de zinc’ iba a filmarse en blanco y negro, pero Richard Brooks decidió hacerlo en color —anotemos que en aquellos años el color y el blanco y negro estaban a la orden del día, no como hoy— para que el público pudiese disfrutar de los ojos de la pareja protagonista. Una sabia elección que hace que la película salga ganando a la hora de transmitir los deseos reprimidos y las frustraciones de ambos. Sentimientos s flor de piel en el más puro estilo de Tennesse Williams y sus calurosas historias.
Los productores no confiaban demasiado en la elección de Paul Newman, pues sus tres films anteriores no habían recaudado mucho en la taquilla. Hoy día puede verse como uno de los aciertos de casting, junto con Burl Ives, y no sólo por eso, ya que la película fue un estruendoso éxito de taquilla, a lo que probablemente contribuyó la presencia de Elizabeth Taylor y su azarosa vida privada. De todos modos, el actor controla todos y cada uno de los tics del Actor’s Studio, logrando una composición entre patética —sus desvaríos con el alcohol— y grande —sus enfrentamientos finales con su padre—, haciendo muy creíble el cambio final con respecto a la novela.
En el libro Brick es violado literalmente por su esposa para poder quedarse embarazada. En la película, ella miente a su suegro diciendo que va a tener un bebé, y Brick, en una explosión de rebeldía, y sobre todo de comprensión hacia su progenitor —quien al borde de la muerte es capaz de redimirse—, sabiendo por primera vez lo que quiere, decide apoyar la mentira de Maggie entrando con ella en la habitación donde les espera la cama de matrimonio, el lugar donde las parejas sufren, y también se reconcilian.
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