viernes, 1 de noviembre de 2019

'Terminator: Destino oscuro', deja de volver



Desde que Arnold Schwarzenegger hiciese inmortal una de las frases más cortas de diálogo que existen: "I'll be back", el actor no ha dejado de volver, sobre todo en lo que a la franquicia que comenzó 'Terminator' ('The Terminator', James Cameron, 1984) se refiere. Echando mano de uno de los chistes que le suelta Bruce Willis a su amigo Arnold en 'Los mercenarios 2' ('The Expendables 2', Simon West, 2012) "has vuelto demasiado", esa es la sensación que se queda grabada a fuego durante el visionado de 'Terminator: Destino oscuro' ('Terminator: Dark Fate', Tim Miller, 2019), no sólo con respecto al personaje interpretado por Schwarzenegger, sino con todo el universo que ha creado Cameron, y que nadie como él ha sabido tratar, realmente porque el director canadiense ya ha dicho todo lo que se podía decir en esta saga que realmente concluyó en 1991 con una muy celebrada secuela que no hacía más que repetir, con mucho más dinero evidentemente, todos los elementos del magistral primer título.

Tras cuatro secuelas deberíamos tener en cuenta el hecho de que Cameron no ha estado interesado nunca en sentarse de nuevo en la silla de director y continuar expandiendo la película que le dio la fama. Jonathan Mostow, que es un buen director de género —así lo demuestran films como 'Breakdown' (íd., 1997) y 'U-571' (íd., 2000)— solo pudo ofrecer una impresionante persecución en el tercer título de la saga, mientras el Terminator venido del futuro para asesinar a John Connor —un perdido Nick Stahl— adoptaba los rasgos femeninos de Kristanna Loken en una operación que no ha vuelto a producirse. El inefable McG filmó el peor capítulo de todos, pero al menos tenía la intención de reinventar, por así decirlo, todo un universo. El televisivo Alan Taylor se divirtió filmando parte del primer título para simplemente demostrar que las comparaciones son odiosas, pero no per se, sino porque no la resiste. El mismo Cameron alabó la película en lo que sin duda parece una muestra de su sentido del humor. Lo mismo ha pasado con la presente entrega, en cuyo guion ha participado, y hemos vuelto a picar.




En algún sitio leí a alguien definir esta entrega con la expresión 'Terminator Awakens' en relación al film de J.J. Abrams que ha vuelto a poner Star Wars de moda. El concepto es prácticamente el mismo. Una continuación que en realidad funciona también como reboot o remake, pues no deja de repetir, de nuevo, la estructura argumental del film del 84, tomando también elementos de la secuela de Cameron e incluso del film de Mostow. Por supuesto recuperan al personaje que faltaba, Sarah Connor, con doña Linda Hamilton también de vuelta. Todos los que "amamos" a Connor nos llevamos las manos a la cabeza en esta película. Tras su aparición, cuya explicación resulta enormemente forzada, el film no es capaz de justificar con convicción su presencia más allá del efecto nostalgia. Además, las decisiones argumentales de esta nueva entrega —que amenaza con iniciar una nueva saga, lo mismo que los intentos anteriores— ningunean sin piedad todo lo construido por Cameron en los dos primeros films.

Pero la decepción no termina en el regreso de una Linda Hamilton que exhibe orgullosa sus arrugas y que en la película parece no saber qué hacer, sino que su reencuentro con Arnold Schwarznegger se salda con una pirueta argumental de lo más vergonzosa al respecto del vital personaje de John Connor —también de vuelta con un rejuvenecido digitalmente Edward Furlong— y que convierte al T-800 en una parodia de sí mismo, proporcionándole nada menos que una identidad, y que sinceramente daría para desarrollar en una película completa que pensada es mucho más interesante que la que estamos viendo. Ambos intérpretes ya no están para viajes en el tiempo y huir de máquinas asesinas, y aunque su despedida —"ya no volveré"— suene lógica lo habrían tenido muy fácil simplemente no volviendo, pues todo quedaba cerrado en el segundo título. Nuestro recuerdo sería mucho más limpio.



Que Cameron no está detrás de las cámaras se nota y bastante. Por mucha mano que haya metido en el guion y teniendo en cuenta que jamás visitó el set de rodaje, pero sí supervisó, al parecer, el montaje, lo cual le llevó a discusiones acaloradas con Tim Miller, la mano de Cameron falta en lo más importante —y que curiosamente es lo que mejor sabe hacer el director—, la narración con la cámara, la puesta en escena. O Miller, que ha filmado mejores set pieces en 'Deadpool' (íd., 2016), no ha estado inspirado esta vez, o el proceso de montaje ha sido peor de lo que Cameron ha declarado. Sin embargo, recordando que el film protagonizado por Ryan Reynolds adolece de una narración garrafosa y torpe es muy probable que Miller haya cometido los mismos fallos que en aquella: confundir espectacularidad con aparatosidad, supliendo además un elemento esencial sobre todo en los dos primeros films: la tensión. De esta forma 'Terminator: Destino oscuro' pone en evidencia uno de los grandes lastres del cine mainstream actual, la imagen se ha estandarizado hasta un límite insospechado, huyendo de todo rastro de autoría y personalidad, intentando contentar al máximo número de espectadores. Amagos de emoción pasajera en realidad, una ilusión, puesto que dichas emociones son efímeras, caducan. Aquí nos da igual si los protagonistas consiguen escapar o no, si logran vencer a su enemigo o no, no sentimos el peligro ni nos involucramos tanto, la cámara se aleja, no nos hace partícipes, se trata de una atracción de fuegos de artificio que se "disfruta" a distancia.

Gabriel Luna es el encargado esta vez de meter miedo a las sufridas perseguidas, pero lo único que logra es que se eche de menos a Robert Patrick, en quien ha parecido inspirarse. Mackenzie Davis es el nuevo Kyle Reese femenino, probablemente el personaje más interesante de la función, aunque su historia no sea más que una mezcla de clichés. Mucho actor hispano secundario —ahí tenemos a nuestro Tristán Ulloa en un personaje que poco tiene que decir—; la frontera con México como escenario, algún chiste inspirado sobre el estado de Texas, pero nada para el recuerdo entre los nuevos elementos de la saga que no son tales, sino reciclamientos menos inspirados que de costumbre. Dependerá de la taquilla, como siempre, el que la película tenga su continuación, pero mucho me temo —y me alegro, evidentemente— que el resultado será el mismo que en ocasiones anteriores. Tenemos que aceptarlo por mucho que hayan cambiado los tiempos, el universo Terminator murió en 1991, cuando su creador nos invitó, al igual que en la primera entrega a imaginarnos un futuro totalmente devastador y descorazonador. Dicha sugerencia, que invita a fomentar la imaginación que parece perderse con el paso de los años, es superior a todas las certezas que vinieron a partir del tercer título. El destino de la saga no puede ser más oscuro, efectivamente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Los asesinos de la luna - Nación de codicia, avaricia y violencia

  1921. Tulsa, Oklahoma. Un incidente entre un limpiabotas negro y una chica blanca desemboca en una batalla campal como más de 400 muertos,...