domingo, 28 de julio de 2019

'Clave: Omega', profética coda final


Los primeros años 80 fueron especialmente difíciles para Sam Peckinpah. Su salud empezaba a deteriorarse peligrosamente, y el polémico director optó por llevar una vida más tranquila. Cinematográficamente se vio obligado a considerar proyectos a los que no encontraba ningún interés. Dirigir el cine que quería ya no era tan fácil, en realidad para él nunca lo había sido, pero en una época en la que la forma de hacer cine en Hollywood estaba cambiando, Peckinpah tuvo de repente la necesidad, indudablemente económica, de someterse a los estudios y demostrar a los productores que podía hacer perfectamente una película sin salirse de presupuesto y días de rodaje.


Esa película fue ‘Clave: Omega’ (‘The Osterman Weekend’, 1983), que sería la primera adaptación cinematográfica de una novela de Robert Ludlum, hoy de moda gracias a las películas de Jason Bourne. Una historia de espionaje que sería escrita para el cine por Alan Sharp, guionista de prestigio por trabajos como ‘La venganza de Ulzana’ (‘Ulzana´s Raid’, 1972, Robert Aldrich) o ‘La noche se mueve’ (‘Night Moves’, 1975, Arthur Penn), y que Peckinpah adaptaría a su propio universo cumpliendo profesionalmente con lo acordado con la productora. Sin embargo cuando el director presentó su montaje los productores le despidieron y remontaron el film con fines meramente comerciales.
‘Clave: Omega’ narra la historia de John Tanner (Rutger Hauer), un famoso y polémico presentador de televisión, a quien un agente de la CIA pide ayuda para desenmascarar a cuatro espías rusos que se están haciendo pasar por ciudadanos norteamericanos en una operación secreta llamada Omega. Se trata de amigos personales de Tanner, quien por amistad le resulta difícil creer en su culpabilidad, aunque su alto sentido del patriotismo le hace colaborar con la CIA en un tormentoso fin de semana que tendrá lugar en la vivienda de Tanner. Éste, con la ayuda del agente de la CIA, tratará de que sus amigos se descubran como lo que son realmente.
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Un típico argumento de película de espionaje en el que nada es lo que parece, sus acontecimientos no son nada previsibles, el film contiene unos cuantos giros de guión que lo hacen sumamente atractivo, ya no sólo por la historia en sí, sino por todo lo que se desprende de ella. Siendo una película de hace ya 36 años, resulta sorprendente lo terroríficamente profética que resultaba por aquel entonces, y lo moderna que se mantiene. Más allá del relato de espionaje y acción existe toda una irónica crítica al poder de la información y a cómo ésta se utiliza para fines oscuros, además de enseñar la obsesión del ser humano por el control de las vidas de los demás.
Este detalle puede apreciarse claramente en el personaje al que da vida John Hurt, Lawrence Fassett, el agente de la CIA que tiene toda la casa de Tanner llena de cámaras con las que tener acceso a cualquier rincón de la casa, una decisión de guión que en principio parece tener su sentido en el hecho de que así el agente puede controlar en todo momento la situación y no dejar que ésta se salga de madre. Pero Peckinpah va más allá filmando una escena en la que Tanner vigila a sus invitados de noche, mientras es a su vez vigilado por Fassett. ¿Quién vigila al que vigila? Resonancias de George Orwell, con la presencia de John Hurt un año antes de la adaptación de ‘1984’.
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El resto es un excelente film de acción y suspense llevado con mano maestra por Peckinpah. Un poco de mala leche, un poco de humor y alguna que otra exageración típica en el cine de los últimos trabajos del realizador. A pesar de que los productores no fueron capaces de destrozar la mirada de Peckinpah en este singular relato, con un montaje recortado, sí es cierto que hay, sobre todo en su parte final, saltos bruscos que estropean la continuidad. Sobre el famoso montaje de Peckinpah, que a día de hoy ya no existe, decir que los que lo vieron coincidían en sus superioridad sobre el montaje estrenado. Sea como fuera, ahora nunca lo sabremos y sólo nos queda disfrutar con la última película que dirigió este gran director, que para la ocasión contó con un suculento reparto que estaba ansioso de trabajar con Peckinpah.
Rutger Hauer, recién salido de ‘Blade Runner’ (íd., 1982, Ridley Scott), Craig T. Nelson, que venía de protagonizar ‘Poltergeist’ (íd., 1982, Tobe Hooper) y tuvo que luchar por el papel, John Hurt, de renombre gracias a su nominación por ‘El hombre elefante’ (‘The Elephant Man, 1980, David Lynch), Dennis Hopper y Burt Lancaster, los más veteranos del film, nombre conocidos para dar más prestigio al film; y actores menos conocidos como Chris SarandonHelen Shaver o Meg Foster. Todos están fantásticos en una película que en cierto sentido puede considerarse como la otra cara de la moneda de ‘Perros de paja’ (‘Straw Dogs’, 1971), dándole la vuelta a la situación: en lugar de un hombre enfrentado a extraños en una tierra que no es la suya, aquí tenemos a un hombre enfrentado a sus propios amigos y en su propio hogar.
Sam Peckinpah murió el 28 de diciembre de 1984. Un ataque al corazón le arrebató la vida, que le gastó la gran broma de su existencia pidiéndole cuentas precisamente ese día.
La ora cinematográfica de Peckinpah como realizador —tiene algún que otro trabajo como guionista o actor—, una de las más importantes que han existido. Con una película inició un cambio en el género cinematográfico por excelencia, y con otra cambió radicalmente la forma de hacer cine. Nunca veremos la violencia retratada como la retrató Sam Peckinpah.

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