'Lobos humanos' ('Wolfen') fue dirigida en 1981 por el documentalista Michael Wadleigh —suyo es el famoso documental 'Woodstock' (1970)— en la que sería su única película de ficción llegando a participar en el guión de la misma. Lo cierto es que 1981 fue un año muy fructífero para los hombres lobo cinematográficamente hablando, pues también se realizaron 'Aullidos' ('The Howling'), una de las mejores películas sobre el tema de la mano del injustamente infravalorado —ahora puesto en su justo lugar por el escritor Álvaro Pita en su espectacular libro sobre el cineasta— Joe Dante, y la excelente 'Un hombre lobo americano en Londres' ('An American Werewolf in London'), de lo mejor filmado por otro olvidado, John Landis.
Mientras los trabajos de Dante y Landis se centraban en el uso de unos impresionantes efectos de maquillaje y la introducción de cierto sentido del humor, en el de Wadleigh se opta por todo lo contrario: ausencia de grandes efectos —aunque no renuncia a cierta escenas sangrientas— y una sobriedad en el tratamiento de la historia, que la apartan totalmente de los tópicos, convirtiéndose así en un film-isla dentro del género. Una demostración muy convincente de cómo mantener interés sin necesidad de caer en concesiones al espectador.
Un importante hombre de negocios aparece muerto junto con su mujer y su guardaespaldas en extrañas circunstancias. Sus cuerpos han sido degollados salvajemente, no hay rastro del o los asesinos, y lo más extraño es que ningún grupo terrorista internacional ha reivindicado las muertes. La policía de Nueva York echa mano de un experimentado detective que estaba retirado pero vuelve a la acción fascinado por lo extraño del caso. Pronto descubrirá cosas que están lejos de la comprensión de la mente humana. El film se debate entre el thriller con investigación policial y el cuento de terror con claras connotaciones ecológicas.
Cuentan que Michael Wadleigh abandonó el rodaje antes de finalizarlo, y aunque no he encontrado las razones me las imagino. Los productores querrían un film más sangriento y lleno de sustos, mientras que Wadleigh apuesta por jugar con el espectador y una de las frases pronunciada por el personaje al que da vida un joven Edward James Olmos —un año antes de la mítica 'Blade Runner' (íd., Ridely Scott, 1982) y tres antes de convertirse en el popular Teniente Castillo de la serie 'Corrupción en Miami' ('Miami Vice', 1984)— y que resume buena parte de la esencia del film:
Todo está en la mente
Con esa sencilla afirmación, Wadleigh juega sus cartas y a través de una inspirada puesta en escena utiliza el mito de los hombres lobo para levantar todo un alegato contra el progreso obtenido a través del entorno natural. Equivocadamente se ha creído que el hombre es el dueño del mundo, la especie dominante que destroza todo cuanto se le antoja sin pensar en las consecuencias. Un mensaje ya muy antiguo que nunca pierde validez, y que en 'Lobos humanos' sirve de perfecto leit motiv, siendo la causa por la que se producen las muertes, ésas y el hecho de que los lobos se hayan alimentado durante siglos de gente sin hogar, de vagabundos a los que nadie echará de menos; terrible, pero nada comparado con el caos y destrucción que el hombre ha causado a lo largo de los siglos, todo por el progreso.
En 'Lobos humanos' las bestias no son personas que han recibido maldiciones gitanas o similar. Se nos habla de una milenaria tribu de indios que ha vivido siempre en armonía con una especie de lobos, más antiguos que el propio ser humano, a los que siempre han considerado hermanos. Esto sirve a Wandleigh para lanzar otro mensaje sobre el maltrato recibido por los indios a través de las décadas desde que el hombre puso el pie por primera vez en el nuevo continente, mensaje que no chirría en ningún momento y que alimenta la imaginación del espectador de forma inusitada, otro de los grandes aciertos de la película. Porque jamás llegamos a ver una transformación, nunca vemos el proceso de cambio de hombre a lobo. La atrevida secuencia en la que Olmos corre desnudo de noche ante los temerosos ojos del protagonista es de una sutileza aplastante, algo que podría haber caído en el ridículo se convierte en poderosa y terrorífica alegoría sobre la relación del hombre con la naturaleza, relación que cada vez va a menos y que a este paso acabará con una clara derrota del ser humano.
Uno de los aspectos más llamativos de 'Lobos humanos' es la visualización de lo que ven los lobos. Un sugerente punto subjetivo mediante impresionantes movimientos de cámara, fotografiados por Garrett Brown, que repetiría la jugada en la atractiva 'Lobo' ('Wolf', Mike Nichols, 1994). Dichos momentos son los más impactantes del film, mucho más que aquellas secuencias en las que se ve alguna decapitación, están llenas de tensión y su aspecto casi videoclipero entronca con la sobriedad del resto, logrando un crescendo dramático realmente original. Tal vez un pequeño abuso de la cámara lenta enturbie un poco la atrevida puesta en escena de Wadleigh, y es que a veces los subrayados quedan muy bonitos en el cine.
Albert Finney encabeza un reparto por que el que se pasean Diane Venora, en el papel de una psicóloga, el mencionado Edward James Olmos, como uno de los indios que le abren los ojos al protagonista, Gregory Hines, como médico forense y el único punto cómico de la cinta, y Tom Noonan. James Horner, en uno de sus primeros trabajos —o sea, de los mejores— musicaliza a la perfección la película creando un clima que se mueve entre la fantasía y el terror.
'Lobos humanos' ha pasado desapercibida para medio mundo, y su condición de título de culto parece que tarda en llegar. Nunca entenderé como el tratamiento más original que existe sobre el mito de los hombres lobo ha pasado tan de puntillas ante los espectadores amantes del género.
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