miércoles, 1 de noviembre de 2017

Críticas a la carta: 'Memento' de Christopher Nolan



Christopher Nolan se ha convertido, con el tiempo, en uno de los principales gurús del cine mainstream actual. Su mirada hacia el hombre murciélago ha sido probablemente el principal detonador de ello —tanto que ahora el blockbuster parece regirse, en líneas generales, por una especie de regla no escrita: deben tener, en la medida de lo posible, un tono Nolan—, ganándose la confianza de otra parte del público con sus acercamientos a las masas con temas que parecían reservados a las minorías —aquellas en las que alguien dijo una vez que está la pureza—. Así lo ha hecho con sus muy exitosas 'Origen' ('Inception', 2010) o 'Interstellar' (íd., 2014), "adaptando" temas ya tratados por directores menos populares, tales como Alain Resnais o Andrei Tarkovsky.

Pero antes de la fiebre Nolan y de que éste director prometiese el no va más en espectáculo en cada nueva película, se dio a conocer mundialmente, y dentro de los límites de la cinefilia, con 'Memento' (íd., 2000), su segundo trabajo tras las cámaras, y en el que ya dejó patente su gusto por jugar con el tiempo cinematográfico. Con mucho menos presupuesto que sus hits el director británico demostraba entonces que le gusta arriesgarse. La idea de narrar una historia al revés de la narrativa tradicional fue un salto mortal sin red, sobre todo a finales del siglo pasado.





Diecisiete años después, con el acompañamiento del mejor amigo/enemigo del arte, aquel que Nolan ha convertido en un puro y duro McGuffin en todos sus trabajos, 'Memento' no sólo resiste dicho paso del tiempo, aguantando además las nuevas miradas críticas que han ido naciendo —y muriendo— con el cambio de siglo y milenio. De hecho, esa, a ratos caprichosa, forma de narrar la historia, se ha instaurado tanto en el cine tanto en films que copian literalmente la fórmula —'Lago Shimmer' ('Shimmer Lake', Oren Uziel, 2017) es un ejemplo perfecto— como en shows televisivos. Ninguno funciona a la misma altura que el arriesgado trabajo de un Nolan pocas veces tan inspirado a tal altura.

Un muy acertado Guy Pearce es prácticamente el protagonista absoluto. Leonard busca desesperadamente al asesino de su esposa, pero Leonard tiene un problema, su memoria funciona a muy corto plazo, teniendo que apuntar muchos detalles, incluso tatuarse datos en el cuerpo, para no olvidarlos. La excusa perfecta para narrar la historia como Nolan ha decidido, de esa forma el espectador conecta con Leonard, al poseer los mismo datos que él, e ir descubriendo, mientras él lo ha olvidado, todo lo previo a la situación que nos presenta la película: el asesinato del personaje encarnado por Joe Pantoliano. Los elementos del más auténtico noir —género más "olvidado" que el western— se subvierten hasta lo indecible.



El caso que parece poca cosa y va complicándose según avanza, aquí según retrocede la historia, desvelando detalles vitales para su total comprensión; la femme fatale, encarnada aquí por una excelente Carrie-Anne Moss recién salida del exitazo de 'Matrix' ('The Matrix', The Wachowskis, 1999) que juega a chica inocente —con esa hermosa dualidad donde el amor y el odio se dan la mano—, en una historia en la que absolutamente nadie es inocente, uno de los puntos más interesantes del relato; la fatalidad, el destino, la huida de un final feliz que aquí es el comienzo; todo ello usando dos líneas temporales en las que la que usa la narrativa tradicional está filmada en un muy acertado blanco y negro, rindiendo uno de esos homenajes verdaderamente pensados (inteligentes) sin caer en el casi insultante subrayado que caracteriza el ejercicio del homenaje hoy día.

Para alguien tan cinéfilo como Nolan la historia de 'Memento', escrita también por su inseparable hermano Jonathan, es todo un caramelo, una de esas brillantes oportunidades de establecer un diálogo entre arte/ficción y realidad. Todo lo que estamos viendo no está más que lleno de pistas falsas —otro de los elementos del noir—, hasta que descubrimos en ese espectacular —por la fusión de planificación, sonido y montaje— tramo final, que Leonard ha estado fabricando su propia historia, movido en ocasiones por sentimientos contradictorios e ideales más que recuerdos verdaderos. Todo un riesgo por parte de los guionistas, pero que funciona como un mecanismo de relojería nunca mejor dicho. El que olvida su pasado puede escribirlo como realmente quiera, incluso creérselo. Si los recuerdos a veces nos traicionan, la falta de ellos es una herramienta para crear o destruir. ¿Está reescribiendo Nolan el género? ¿Qué aportará el futuro remake a un cinta que ya hace tambalear prácticamente todos los resortes del mismo proponiendo nuevos caminos a explorar en lo único que verdaderamente importa: LA FORMA?



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