jueves, 21 de septiembre de 2017

'Annabelle: Creation', el universo James Wan



James Wan es el creador de tres de los universos terroríficos más rentables en los últimos años. Desde la celabrada 'Saw' (íd., 2004) —también la única decente de la saga— con sus retorcidas formas de matar a alguien, pasando por 'Insidious' (íd., 2010) y sus continuos guiños a 'Poltergeist' (íd., Tobe Hooper/Steven Spielberg, 1982), hasta llegar a 'Expediente Warren: The Conjuring' ('The Conjuring', 2013), de lejos la mejor película de Wan. El enorme éxito del film dio lugar a la precuela 'Annabelle' (íd., John F. Leonetti, 2014) y la secuela 'Expediente Warren: El caso Enfield' ('The Conjuring 2', James Wan, 2016). Ahora, siguiendo la moda de los universos, que van desde Marvel hasta el mismísimo M. Night Shyamalan —'Múltiple' ('Split', 2016)—, se ha creado el universo Conjuring alrededor de algunos de sus personajes.

'Annabelle' hablaba sobre el origen de la fastidiosa muñeca que aparecía en el prólogo de 'Expediente Warren: The Conjuring', lo que se llama spin-off —el siguiente se estrena en el 2018 y se titula 'The Nun', versando sobre la monja que aparece en el segundo capítulo de Conjunring—. Tuvo una recepción crítica poco más que lamentable —la película no se lo merecía—, que es lo contrario que ha pasado con su secuela/precuela —sí, las sagas han empezado a volverse locas— que, con la nueva moda de calificar a los estrenos como obras maestras o bodrios, se ha tirado por la primera opción, que siempre es mejor que la segunda, obviamente. Ni tanto ni tan poco.




Si el film de Leonetti parecía una carta de amor al estilo de James Wan, siguiendo casi punto por punto el empleado en 'The Conjuring', 'Annabelle: Creation' comparte intenciones, con una vital diferencia. David  F. Sandberg está mucho más inspirado, no sólo que su predecesor sino que sí mismo, y es que Sandberg recibió elogios hinchados y exagerados por aquella mediocridad titulada 'Nunca apagues la luz' ('Lights Out', 2016), curiosamente también una producción de James Wan, pero que se inclinaba hacia la simpleza más perezosa, dejando en manos de una campaña de márketing brutal el éxito, e incluso la percepción crítica, del film. La operación se repite con esta nueva película que Sandberg, poco amigo de las secuelas, aceptó por poder hacer una película independiente dentro del universo, con mínimas referencias a las anteriores y sólo un nexo de unión —el desenlace— con la anterior entrega de la muñeca malrollera.

Y es que a Sandberg, que va camino de convertirse en una especie de sosias de Wan, le llega con enfocar únicamente a la dichosa muñeca de las narices en una mecedora, bañado todo en penumbra, para directamente acojonar al personal. Nadie, en su sano juicio, querría semejante muñeca, y de hecho en el film se realiza un chiste —ya era hora— sobre ello. Director y guionista, Gary Douberman, que vuelve a repetir en la franquicia, convierten además el film en toda una montaña rusa de atracciones terroríficas, con varios instantes para no olvidar. Sirvan como ejemplo el de la sábana, probablemente el más conseguido por su sencillez, o el de la pistola de juguete. Momentos que funcionan sobre todo por la planificación y porque no exageran los tics de este tipo de cine. Y usa el susto como narración a mayores niveles que el de querer provocar miedo, por ejemplo la impactante muerte del prólogo, tan lógica como impresionante.



Precisamente Douberman es uno de los guionistas de la tan celebrada 'It' (íd., Andy Muschietti, 2017) que está batiendo récords actualmente poniendo a la gente de rodillas ante lo que se supone una nueva obra maestra en el género. Independientemente del éxito de crítica y público, el film abusa de una totalmente equivocada banda sonora cuya utilización llega a molestar. Eso no ocurre en la presente que, cosas de la vida y de los escritores, tiene algunos puntos en común con la citada, por ejemplo el dejar el protagonismo absoluto en manos de adolescentes asustados, aquí un pequeño grupo de chiquillas unidas por la falta de figuras paternas. Así actores tan veteranos como Anthony LaPaglia y Miranda Otto permanecen en un plano secundario, vital por la información que los personajes centrales, más el espectador, necesitan, pero sin desviar la atención. Además ambos actores hacen algo que no se ve en Stephanie Sigman, que interpreta a la monja que cuida de las chavalas: se creen lo que hacen.

Por supuesto la película funciona a modo de puente no sólo con su antecesora, sino con la futura 'The Nun', Corin Hardy, 2018), esto es, no traiciona su condición por pertenecer al universo —atención a la escena post-créditos— de los Warren, pero también lo hace a la perfección como film-isla dentro del mismo. Ahora a estar pendientes de lo que hace Sandberg con una película de superhéroes, ya que suena muy fuerte su nombre para dirigir 'Shazam!', lo cual no deja de tener su gracia, ya que su mentor Wan está dirigiendo actualmente 'Aquaman'.

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