lunes, 13 de mayo de 2019

'Los hermanos Sisters', lo que somos, lo que podemos ser



¿Cuántas veces se ha dicho que el western estaba siendo cambiado? ¿Cuántas veces se ha dicho que el género estaba siendo reinventado? En 1939 John Ford logró que el género, puramente estadounidense, aspirase a algo más que a ser parte de dobles programas. Poco más de una década después Henry King abrió el camino del llamado western psicológico. En la siguiente década, con previos acercamientos de gente como John Sturges o Budd Boetticher, Peckinpah habla del crepúsculo, mientras en Italia y España, con Sergio Leone a la cabeza, se subvierte el género hacia lo indecible. En los setenta llega el desencanto, acorde con el propio desencanto de un país que tendría varios motivos para avergonzarse como nación. Y desde los ochenta prácticamente se viene diciendo que el western está muriendo.

Otra de las sentencias que suelen escucharse en los últimos treinta años es que, a cada nuevo western que se estrena, ya esté dirigido por Clint Eastwood, Quentin Tarantino o los hermanos Coen, el mismo reformula, o reinventa, o revoluciona, el género del western. Porque sí. Lo mismo se ha dicho de 'Los hermanos Sisters', co-producción entre España, Francia, Rumanía, Bélgica y USA y que supone el primer film en lengua inglesa filmado por el director francés Jacques Audiard, del que el lector recordará sin duda la magistral 'Un profeta' ('Un prophète', 2009). Pero Audiard, que toma como base el libro homónimo de Patrick DeWitt, no revoluciona nada, si acaso aplica su ya familiar mezcla de tonos, con resultados excelentes, hermanados, eso sí, a la clásica tradición del western, y no tan clásica.




El film narra dos historias paralelas destinadas a cruzarse. Por un lado, las andanzas de los temibles hermanos Sisters —excepcionales, como de costumbre Joaquin Phoenix y John C. Reilly—, asesinos al mejor postor, en este caso el Comodoro, personaje fugaz al que da vida un Rutger Hauer visto y no visto, que deben encontrar a Warm (Riz Ahmed), un inmigrante alemán que ha inventado una fórmula química que le permite encontrar oro en los ríos de forma bastante eficaz, aunque también peligrosa. Por otro lado la propia historia de Warm que se alía con el detective John Morris (Jake Gyllenhaal), cuya voz en off oiremos en alguno de los momentos. Un extraño aporte que funciona inteligentemente la mitad del relato, aquella destinada a convertirse en historia, mientras que la otra, la de los hermanos, tiene todas las tintas de ser leyenda.

'Los hermanos Sisters' es un western que habla del camino a recorrer, de la búsqueda de la identidad, y lo novedoso, en cierta medida, es que se trata de un camino al revés, o de retorno —con alusión al mar incluida, de hecho hablamos de uno de los pocos westerns en los que se ve el mar, alegoría de la esperanza—. El film da comienzo con un tiroteo en la noche, en una casi completa oscuridad, rota por los fogonazos de los disparos —atención al impecable trabajo de fotografía de Benoît Debie, habitual director de fotografía de Gaspar Noé— y en el que los Sisters demuestran su valía como pistoleros y asesinos. El rastro de violencia y muerte va dando paso al diálogo y entendimiento, al trabajo en común más allá de los intereses únicos. Esto sucede cuando los cuatro personajes se encuentran, y a esas alturas el espectador ha empatizado, en mayor o menor medida, con todos ellos. El amor familiar, la amistad, el bien común, el progreso —maravilloso el detalle del cepillo de dientes como símbolo de la civilización— son algunos de los temas que Audiard pone sobre la mesa. mientras sus travellings desde lo alto prometen una nueva tierra, o quizá una nueva forma de empezar, una mejor que todo lo vivido hasta entonces en un mundo lleno de violencia.



Parte de la película fue filmada en España —en la producción figura el nombre de uno de los pocos productores cinéfilos que tenemos, Enrique Lavigne, amante y conocedor del género, entre otras cosas—, por lo que los ecos del eurowestern y su subversión del género es algo que también se oye aquí, aunque Audiard confía más en tener una imagen limpia, tal vez en consonancia con los últimos minutos de metraje, los más inesperados y emotivos que un western pueda tener, y en los que se da completo sentido a todo lo visto hasta ese extraordinario instante. Hasta ese momento la cámara de Audiard ha estado "volando", y al igual que la impecable banda sonora de Alexandre Desplat —que camina desde las disonancias y amalgamas a la melodía más melancólica—, reposa finalmente en las estancias de un hogar cuyos rincones hablan de toda una vida llena de recuerdos, de un lugar bueno al que volver. El Sam Peckinpah de 'Grupo salvaje' ('The Wild Bunch', 1969) habría llorado con este final, pues absolutamente todos nosotros soñamos con volver a la niñez, aún los peores de nosotros; quizá sobre todo los peores.

Y mientras la cámara de Audiard parece buscar/evocar en los recovecos del hogar de los Sisters, Alexandre Desplat hurga en nuestros recuerdos subrayando sin demasiada evidencia una invitación, a que busquemos el nombre de la persona que nos dio la vida. Que algunos hombres malos pueden volver a empezar, aunque por sus venas corra la sangre de alguien malvado. La herencia mal entendida, y que puede ser borrada.

Una reflexión final: ¿por qué Audiard filma planos detalle de armas, ya sean pistolas sobre una mesa, o enfundadas, más tiempo del que es necesario?, ¿Quizá como subrayado de un universo puramente masculino y violento? ¿O cómo contraste con los planos finales, de una serenidad, paz y calma embriagadores?

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