Corre el año 1981. Lawrence Kasdan ha escrito los guiones de ‘El imperio contraataca’ (‘The Empire Strikes Back, Irvin Kershner, 1980) y 'En busca del arca perdida' (‘Raiders of the Lost Ark’, Steven Spielberg, 1981). Un tercero se apartaba completamente del tono de los citados, aunque comparte con ellos una cinefilia fuera de lo común. La fantasía, con toques de ciencia ficción, en el primero, el cine de aventuras en el segundo, y el más puro cine negro en ‘Fuego en el cuerpo’ (‘Body Heat’, 1981), ópera prima de Kasdan que subió la temperatura en los cines cuando se estrenó.
El mismo año que Jack Nicholson y Jessica Lange se lo pasaban en grande en lugares como una cocina, la debutante Kathleen Turner y William Hurt —que sólo tenía un par de películas— calentaron las mentes de los espectadores con una historia que es toda una declaración de amor al Film Noir. La sombra de ‘Perdición’ (‘Double Indemnity’, Billy Wilder, 1944) navega continuamente por la trama en la película de Kasdan, y además en su dibujo de la femme fatale, que evoca directamente a Lauren Bacall y alguna de las películas que interpretó dentro del género.
Lo cierto es que ‘Fuego en el cuerpo’ es una de las ópera primas más sólidas del mal llamado cine moderno —dichosas etiquetas para ciegos y sordos mentales—, concebida en una época en la que, tras la entrada de directores como George Lucas, Spielberg, Scorsese o Coppola, la concepción de espectáculo en Hollywood cambiaba considerablemente. Con todo, Kasdan realiza un intimista ejercicio sobre el Noir que evoca sin disimulo, y sí mucho cariño, épocas anteriores en el cine, siendo mucho más que un simple ejercicio de revisitación.
Todos y cada uno de los elementos del género están presentes. Tenemos al protagonista con suerte, un abogado (Hurt) que conoce a una mujer espectacular (Turner), y que en el fondo es bastante tonto —“¿no eres muy inteligente, verdad?, me gusta” es una de las primeras frases que pronuncia ella cuando se conocen, y que además anticipa lo que sucederá—; el humo, presente casi en todo momento, de dos formas, los cigarrillos, y el del calor que hace en la ciudad; la noche, siempre cautivadora; el jazz, marcando el ritmo libre de la historia, en concreto los actos de ella; y cómo no, la femme fatale, con una Kathleen Turner que levanta más que pasiones, perfecta devoradora de hombres.
Kasdan demuestra además una excelente mano para los actores, que están todos soberbios. Hurt y Turner demuestran la necesaria química para sus roles, y otros, en personajes más pequeños, nos hacen añorar esos tiempos, caso de Ted Danson, en el papel de un abogado con gustos clásicos por el baile, o Mickey Rourke en un significativo personaje que ayuda al principal. Richard Crenna, como víctima en el asesinato que será el eje de segundo tramo del film, aquel en el que el calor se hará aún más insoportable, y las verdaderas intenciones, y causas, de algunos personajes, se desvelará por completo, con devastadoras consecuencias sobre todo para el personaje central masculino.
Hablando del personaje central, habría que matizar que el espectador posee su punto de vista y va descubriendo todas las sorpresas junto al despistado, y encoñado, Ned (Hurt), pero la verdadera protagonista es Matty (Turner), animal salvaje que no duda en hacer lo que sea necesario —frase que se repite un par de veces en el film, a modo de trágica predicción— para conseguir todo lo que deseó desde siempre —impecable detalle de guion final en lo que al anuario de estudios se refiere, con curiosas connotaciones sobre el crecimiento, y la educación—. Una maquiavélica mujer como hacía tiempo que no mostraba el cine, utilizando el arma que más idiota y manejable vuelve al hombre, el sexo.
A ello hay que sumar esa sensación de asfixia conseguida con una muy adecuada fotografía de Richard H. Kline —con trabajos muy interesantes, en la misma onda, en los años setenta—, que nos hace sudar tanto como los personajes, siempre empapados por el calor corporal. Y eso que el film se rodó con bajas temperaturas —la famosa secuencia de la bañera y los cubitos de hielo debió costar lo suyo—, pero la fotografía y la puesta en escena de Kasdan, llena de detales ingeniosos produce el efecto deseado. ‘Fuego en el cuerpo’ es una película que quema.
En cuanto a la puesta en escena, Kasdan se reserva no pocos ases para moldear un guion casi milimétrico. Baste fijarse la primera vez que Matty besa a Ned, diciéndole que es débil para a continuación meterse en su casa. El travelling que baja desde el primer piso hasta ponerse a la altura de Ned es majestuoso, y al mismo tiempo indica lo que va a suceder, una explosión emocional, más bien animal, nunca mejor dicho. Algo parecido sucede cuando Teddy (Rourke) avisa a Ned de lo que sabe. Kasdan coloca a ambos personajes a ras de plano, únicamente con sus cabezas visibles. Es el inicio del hundimiento de Ned.
Puro cine negro, que quizá fuerce demasiado el pensamiento final del personaje de Hurt —es tonto, pero con todo es un abogado—, pero que encandila, nunca mejor dicho, en cada uno de sus fotogramas, reservándose Kasdan un cambio en el punto de vista justo en el secuencia final, ya antológica. La previa mirada de Matty, llena de sensualidad, de morbo, de pasión, se torna fría y casi sin vida, descubriendo su verdadero ser. La femme fatale por excelencia reinando en su paraíso.
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