martes, 15 de mayo de 2018

'Desde que te fuiste', el melodrama clásico


'Desde que te fuiste' ('Since You Went Away', John Cromwell, 1944) es la película, que fue la más cara y ambiciosa de su productor desde que había producido ‘Lo que el viento se llevó’ (‘Gone With the Wind’, Victor Fleming, 1939, un éxito que le persiguió en cierto modo hasta el fin de sus días, pues siempre quiso repetirlo intentándolo más de una vez —películas como 'Rebeca' (‘Rebecca’, Alfred Hitchcock, 1940) o ‘Duelo al sol’ (‘Duel in the Sun’, King Vidor, 1946) son buena prueba de ello—.

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Selznick es el mejor ejemplo posible sobre lo que significaba ser un productor en la etapa clásica americana. Alguien que no sólo ponía el dinero para la producción, sino que además tenía un estilo propio y único, casi como un director, y en ocasiones estaba por encima de ellos tomando decisiones, dirigiendo secuencias e incluso firmando el guión. ‘Desde que te fuiste’ nació del deseo del productor de contribuir cinematográficamente a levantar el ánimo de las tropas en el frente.
Pero Selznick no quería hacer un film sobre la guerra al uso, o sea, algo en el estilo de producciones como 'Objetivo: Birmania' (‘Objective, Burma!’, Raoul Walsh, 1945), sino un melodrama desde el punto de vista de los que, en tiempos de guerra, se quedan en casa, esperando y sufriendo la ausencia del ser querido. En este caso una mujer que queda sola con sus dos hijas adolescentes. Claudette ColbertJennifer Jones y Shirley Temple prestan sus rostros a las mujeres separadas del hombre de la casa.
Ella son los miembros femeninos de la familia Hilton que para poder solventar los problemas económicos —el hombre de la casa ha desaparecido en combate sin que sepa nada de su paradero— alquilan una habitación de su amplia casa. A ella llegará un coronel retirado —un entregado y emotivo Monty Woolley, que fue nominado por su trabajo—, gruñón y cascarrabias que con el paso del tiempo será considerado como uno más de la familia. ‘Desde que te fuiste’ habla sobre el valor de la unidad familiar en tiempo difíciles, y al respecto puede parecer un poco ingenua.
Si bien Selznick no quería hacer la típica película sobre la guerra que se solía hacer en aquellos años, lo cierto es que le salió el típico melodrama de aquellos años, otra de esas películas que deben verse con perspectiva a día de hoy, debido a su casi fantasiosa idea sobre el amor, rozando en muchas ocasiones la ñoñería. Así lo quería el famoso productor encargando para ello la dirección a varios directores, siendo John Cromwell el que filmaría la mayor parte del metraje y firmaría la película.

El director, la estrella

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John Cromwell dando instrucciones a Claudette Colbert en el rodaje
Es a ese director, tristemente desconocido por los cinéfilos de hoy día —a él se deben joyas como ‘El prisionero de Zenda’ (‘The Prisoner of Zenda’, 1937) o ‘Sin remisión’ (‘Caged’, 1950)—, a quien le debemos el hecho de que la película no sea insoportable, gracias a un muy refinado gusto en su puesta en escena. Cromwell había dirigido varios melodramas en los años treinta y sabía perfectamente lo que hacía. Los momentos dramáticos están muy logrados, aunque choquen en estilo con los cómicos, que fueron filmados por Edward F. Cline.
Así pues, y aunque la película pueda verse algo anticuada en sus conservadores dictados sobre el amor, Cromwell baña toda la historia de cierto pesimismo que se ve reflejado en el uso de la fotografía, obra de Stanley Cortez y Lee Garmes, que casi siempre oculta a sus personajes entre penumbras, la sombra de la muerte que planea sobre todos ellos, ya sea directa o indirectamente. Por otro lado, la historia de los Milton es una más en medio de miles de historias similares, o peores, por las mismas causas.
En el retrato de una sociedad a la que la contienda bélica estaba minando psicológicamente, Cromwell utiliza varios travellings laterales mientras oímos conversaciones ajenas a los personajes centrales, y que aguantan como pueden, con humor, ironía e incluso hipocresía la situación por la que pasa el país. En ese aspecto ‘Desde que te fuiste’ no realiza concesiones, y aunque el final ofrece algo de esperanza —el esposo, presencia invisible pero poderosa durante las casi tres horas de duración, regresa a casa—, los personajes sufren la pérdida de la forma más horrible inventada por el hombre.
Llaman poderosamente la atención las idas y venidas de un amigo de la familia —un Joseph Cotten absolutamente arrebatador y encantador—, que además de proporcionar tranquilidad a la familia, actúa en cierto modo como el padre que no está en casa, marcando muy bien las distancias, sublime la forma que tiene de evitar el amor que una de las hijas adolescentes siente por él, asegurándole algo que se cumplirá: en su próxima visita ella estará enamorada de otro hombre. La experiencia como algo vital para la enseñanza y educación en los malos tiempos.
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El deseo de triunfar

Jennifer Jones, otra de esas actrices por las que no siento especial simpatía, y Robert Walker, dan vida a dos jóvenes enamorados a los que la guerra separa cruelmente. Resulta curioso ver dicha love story en pantalla cuando en la vida real eran un matrimonio a punto de divorciarse, casándose después Jones con Mr. Selznick, quien se aseguró de incluirla en toda película posible producida por él. Pero quienes realmente se llevan la palma son Claudette Colbert, controlando muy bien sus momentos dramáticos, y el citado Cotten, haciendo de ese amigo que todos quisiéramos tener.
En un pequeño papel tenemos al gran Lionel Barrymore, dando vida a un sacerdote que en determinado momento suelta un discurso sobre Dios y la confianza en él para ganar la Guerra. Un apunte religioso que si bien cumple su función con el hecho de levantar la moral en la lucha, se queda algo desfasada. Agnes Moorehead, experta en personajes malvados, se luce como la hipócrita alta dama de sociedad que mira por encima del hombro a su prójimo y su único deporte es chismorrear, en este caso sobre la precaria situación económica de la familia. Por supuesto recibe su merecido.
Y es que a pesar de la muerte, de las miles y miles de muertes de seres queridos en conflictos bélicos, el amor y el bien siempre deberían triunfar. Y aunque la triste realidad es otra bien diferente, el film subraya con todo convencimiento esa necesidad de triunfo. La película fue nominada a ocho Oscars, consiguiendo únicamente el correspondiente a la banda sonora, a cargo del gran Max Steiner, que logró otra de sus inolvidables partituras, y que prácticamente no deja de sonar en toda la función, acentuando y elevando hacia lo más alto los momentos emotivos del relato, como todo gran melodrama.

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