Stefano Sollima ha sido el encargado de dirigir la secuela de 'Sicario' (íd., Denis Villeneuve, 2015), que todo apunta a que estará centrada en el mundo de la inmigración. Ya veremos si en su estreno estadounidense, los yanquis le han dado libertad absoluta a un director que puede meter el dedo en la llaga como pocos. Hijo del gran Sergio Sollima, de quien hereda no sólo su contundencia, sino su compromiso político, en una época en la que el cine italiano estaba lleno de películas atrevidas.
Por poner un ejemplo de la época a la que Sollima padre pertenecía, ¿quién sería ahora capaz de hacer un cine como el de Francesco Rosi, incómodo y directo a la yugular? ‘ACAB – All Cops Are Bastards’ (2011) es una de las películas más incómodas, políticamente hablando, que se han hecho en los últimos años. En nuestro país no ha conocido estreno. Ya me imagino a cierto sector rasgándose las vestiduras ante un film que narra la vida de cuatro policías antidisturbios en la ciudad de Roma.
A todo aquel que haya visto la serie ‘The Shield’ (íd., 2002-2008), o la mucho más bestia ‘Braquo’ (íd., 2009 - ), se le hará familiar la premisa de ‘ACAB – All Cops Are Bastards’. La historia de un grupo de antidisturbios, unido en lo bueno y en lo malo, y que parte de un punto muy conocido, la llegada del novato, que cree en la ley y en la justicia, descubriendo que lo correcto y lo incorrecto están separados muchas veces por una fina línea muy difícil de ver.
Sollima plantea muchas veces el relato como un western crepuscular, de ecos Peckinpanianos, pero también con algo de reescritura del poliziesco italiano de los años setenta —con joyas como 'Revolver' (‘Revolver’, Sergio Sollima, 1973) a la cabeza—, adaptándolo a los nuevos tiempos. En una época —larga ya— en la que desahucios, racismo a raudales, homofobia sin sentido, y promesas políticas que dan risa, se multiplican, un film como el de Sollima es un triple salto mortal sin red.
En él la ambigüedad moral, ética y política, campa a sus anchas, levantando ampollas entre las mentes más ciegas y susceptibles, propinando una hostia de verdad a las vagas pupilas. ‘ACAB – All Cops Are Bastards’ se la juega por completo al presentar a cuatro personajes centrales que no caen bien a nadie, y lo mismo podría decirse de los secundarios, supervivientes a los que les ha tocado ser la primera línea de ataque y defensa del poder establecido.
Todos ellos protagonizados por intérpretes en estado de gracia, esto es, son antes que parecen. Tres de ellos, Pierfrancesco Favino, Filippo Nigro y Marco Giallini, entre lo más reputado del cine italiano actual. Se entregan en cuerpo y alma a personajes nada fáciles. Atención al instante en que uno de los antidisturbios, debido a que le quitan la custodia de su hija, grita ante la sede del Gobierno todo lo que tiene que hacer por la mal llamada justicia, y que ahora le trata como a un criminal. Sollima reparte a ambos lados de la ley, sin entrar a juzgar.
Es el espectador quién tendrá que hacerlo, si quiere, mientras presencia enfrentamientos entre todo tipo de personajes de clases sociales medias bajas, incluidos los policías, y asiste a un retrato puramente humano de hombres destinados a un trabajo que tal vez no desean, pero es lo único que se les da bien —como los personajes de 'Grupo salvaje' (‘The Wild Bunch’, Sam Peckinpah, 1969)— y poseen un sentido de la lealtad que va más allá de leyes y ordenanzas.
En un mundo lleno de basura, la mayor alegría que puede recibir un antidisturbios es ser declarado inocente en un juicio de abuso de autoridad, y en el film se atreven a hacer un paralelismo con grupos neonazis, al enseñarles bailando de la misma brusca forma. Pero Sollima va mucho más allá de la tópica comparativa, a través de una puesta en escena vibrante y controlada, en la que los ecos antes mencionados, más el Carpenter que bebe de Howard Hawks propone una secuencia final antológica.
Con la promesa de pagar por los pecados del pasado, ése que cuando se va madurando se va comprendiendo en toda su esencia, la lealtad como bandera, la mala interpretación a través de la delación, y el destino buscando justicia en vidas manchadas de sangre, ‘ACAB – All Cops Are Bastards’ concluye como el prefacio de una pesadilla —con ese enemigo de rostro invisible que se acerca por diferentes flancos—, en la que los soldados de las Termópilas son evocados, y el poder que observa sin inmutarse se apropia del terrorífico fuera de campo.
Ahí vienen. Ahí vamos. Y siempre será así.
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