lunes, 18 de diciembre de 2017

Críticas a la carta: 'Los peces rojos' de J.A. Nieves Conde



¿Qué cuenta una película como 'Los peces rojos' (J.A. Nieves Conde, 1955) Adrián Sánchez la define a la perfección en uno de sus imprescindibles repasos por el pasado del cine: se trata de la puesta en escena de la puesta en escena de una mentira confundida con la verdad. Una más que suculenta premisa convertida en historia ficticia que juguetea con la eterna relación de amor/odio entre la realidad y la ficción, contando para ello con todos los elementos del cine negro, o Film Noir que dirían los franceses, aportando a un género que parecía únicamente reservado a los estadounidenses. Nieves Conde demostró que nuestra cinematografía estaba a la altura, curiosamente el mismo año que Jules Dassin proponía, desde Francia, una de las cumbres del noir, 'Rififi' ('Du rififi chez les hommes').





'Los peces rojos' se suscribe a la "moda" de cine policíaco que hubo en la época de los años 40, 50 y parte de los sesenta realizado sobre todo en Madrid y Barcelona; muchas de esas películas, probablemente la totalidad, permanecen escondidas en algún lugar de nuestra memoria, siendo olvidadas con el paso del tiempo, el mayor amigo y enemigo del arte —en algunos casos porque pone en relevancia la verdadera importancia de la obra en sí, en otros, lamentablemente, por la desidia de un público vago y desinteresado en el pasado del arte—. Ahora que el cine negro parece volver, con óptima respuesta por parte del público y la crítica, caso de films como 'La isla mínima (Alberto Rodríguez, 2014) o 'Tarde para la ira' (Raúl Arévalo, 2016), si la inquietud cultural de cada uno le hace bucear en nuestra historia cinéfila puede encontrarse con obras de una pasmosa modernidad.

El trabajo de Nieves Conde permanece como uno de los más recordados, escrito por Carlos Blanco a partir de una historia propia. Precisamente Blanco había escrito con anterioridad otro de los thrillers de la época, 'Los ojos dejan huellas' (José Luis Sáez de Heredia, 1952). La película da comienzo en un lluvioso Gijón con un matrimonio —formado por unos excepcionales Arturo de Córdova y Emma Penella— llegando a un hotel acompañados del hijo del primero, y al que nadie ve, permaneciendo incluso en fuera de campo para el espectador. Acto seguido, un terrible accidente que termina con la desaparición/muerte del mencionado hijo. Ambos personajes destrozados mientras dan testimonio a las fuerzas policiales, hasta que ambos quedan a solas con el espectador, quien atónito descubre que están realizando una farsa. ¿Qué está sucediendo realmente? ¿Dónde está ese personaje al que la cámara parece querer evitar adrede? ¿Cuan importante es? 'Los peces rojos' comienza verdaderamente a mitad de historia aproximadamente. A partir de ahí se producen varios flashbacks que muestran todo lo sucedido hasta llegar a esa situación, en la que aún no sabemos si se ha cometido un accidente, un suicidio o un asesinato.



Gracias precisamente a esa estructura fragmentada —en consonancia con obras coetáneas y muchos años antes, por cierto, de que otros directores más internacionales lo hiciesen y recibiesen halagos por la originalidad de la propuesta—, en la que el espectador va descubriendo, poco a poco, la verdadera historia llena de giros más o menos sorprendentes, Nieves Conde establece un poderosísimo juego cinematográfico alrededor de la relación fantasía/realidad. Metalenguaje puro y duro. El hijo del que siempre se habla nunca existió, fue una creación del personaje central, Hugo, que lo ha creado por razones tanto personales como profesionales. La difícil relación con su tía por un lado, por el otro un editor que le recrimina en sus obras que los personajes no son creíbles, estableciendo un enfrentamiento entre la fantasía como tabla de náufrago, y el neorrealismo, como espejo de una triste y dura realidad. No deja de tener su ironía que Nieves Conde había firmado una de las grandes obras de nuestro cine, y del neorrealismo, herencia de Italia, 'Surcos' (1951), pasando aquí a gritar cual rebelde artístico por la fantasía como lo más humano que el ser humano posee. ¿Ecos de Preston Sturges? Quién sabe, el camino de la fábula, como necesidad humana, que lleva a una posible verdad, es un camino largamente recorrido por muchos de los más grandes autores del séptimo arte.

'Los peces rojos' posee además todos y cada uno de los elementos que han caracterizado al Film Noir a lo largo de los años. El caso que es más complicado de lo que parece a simple vista, los claro-oscuros en la iluminación —obra y gracia de Francisco Sempere— que definen a los personajes y sus intenciones, los flashbacks —aquí otorgando algo más que una explicación a la historia—, y sobre todo la femme fatale, con el rostro de una sensacional Emma Penella, utilizando con gran provecho todo su físico, y sobre la que el director realiza un acto de redención que pocos se han atrevido a hacer. En la mayoría de los films noir el amor es un arma de fatídicas consecuencias, en 'Los peces rojos' la solución al tormento de los personajes, aunque el film, en la tradición del género, no posee un final feliz.





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