jueves, 20 de julio de 2017

'Dunquerque', crónica de una angustia


Entre el 26 de mayo y el 4 de junio de 1940, tuvo lugar en Dunquerque una de las mayores muestras de humanidad y unidad de la historia del homo sapiens, como suena. Algo que muy probablemente es criticado sin piedad por todos aquellos que necesitan politizar absolutamente todo, utilizando alegremente la palabra "patriotismo" como si conocieran su significado.

Los aliados fueron acorralados en la playa francesa. Más de 300.000 soldados constantemente acosados, vía tierra y aire, por el ejército alemán, y con muy pocas posibilidades de salir con vida de allí. Recibieron la ayuda de la población civil. Con numerosas embarcaciones ayudaron a trasladar a soldados a los barcos más cercanos, mientras esperaban la decisiva ayuda militar. El todopoderoso Christopher Nolan se ha marcado una película sobre el asunto en cuestión. Mucho se ha escrito sobre sus influencias y herencias a la hora de narrar lo sucedido en una batalla archifamosa dentro de la Segunda Guerra Mundial, pero no tratada de pleno en el cine, salvo esta cinta de 1958, dirigida por Leslie Norman, y que muchos parecen haber obviado, incluido el propio Nolan, que además es británico.

'Dunquerque' es una producción de la Ealing, mítica productora británica en la que directores como Alexander MacKendrick o Charles Crichton nos dejaron algunas maravillas de la comedia. 'Dunquerque' es precisamente el penúltimo título de la casa antes de desaparecer al año siguiente para dormir un largo sueño hasta su nuevo despertar en el 2002. Si algo no posee la película de Norman es humor, ni el más mínimo. No hay en sus más de dos horas de duración espacio para un sólo chiste o golpe de humor. La historia no lo requiere. Norman opta, junto a los guionistas David Divine —con un currículum de únicamente dos guiones cinematográficos— y W.C. Lipscomb, que adaptan varios libros, por realizar una crónica de lo más seria sobre los famosos hechos.



Para ello es muy representativa una secuencia inicial en la que se superponen imágenes de la interpretación de una canción y un mapa de Francia sobre el que se explica, muy directa y claramente, los diferentes frentes abiertos por los alemanes y cómo acorralaron a los aliados en Dunquerque. Tan sencillo montaje posee una clara intención. Por un lado, temporal. En lo que dura una canción, una situación militar de victoria para los aliados, termina por dar la vuelta, pasando a ser una situación de terrible derrota. Por otro, anticipa lo que será la película narrativamente hablando. Diferentes historias de soldados y civiles, que confluirán en la famosa playa.

Así pues, la película se divide en tres bloques interconectados. Primero, la odisea de varios días de seis soldados británicos que se quedan rezagados en la retirada hacia la playa. Es el único tramo en el que el enemigo, el ejército alemán, tiene presencia en la película, pero únicamente física, pues la película opta, muy acertadamente, por despersonalizar al adversario —el enemigo— de los protagonistas. Varios momentos violentos, y sobre todo de un marcado suspense que se extiende a toda la película, es lo que marca ese tramo, donde brilla a gran altura el actor John Mills, dando vida al cabo que deberá llevar a sus hombres a lugar seguro.

Segundo, todo lo que atañe a los civiles que ayudarán con sus pequeñas embarcaciones a transportar soldados. Ahí destacan Bernard Lee, poco antes de subirse a la saga Bond, y Richard Attenborugh, especialista en personajes atormentados, con el que probablemente sea el personaje por excelencia de la función, un civil cuya ideología va cambiando progresivamente al darse cuenta de que lo que están haciendo salvará muchas vidas.



Ambos tramos, o caminos narrativos, confluyen en el tercero, aquel que abarca todo lo que sucede en la playa y que sin duda aportan los mejores momentos del film, a todos los niveles. Por un lado, Norman hace gala, con enormes panorámicas, de lo que debió ser tener una gran presupuesto. Estamos ante una de las películas que mayor número de extras han utilizado, en una época en la que los efectos digitales eran sólo un sueño. Por otro, tensa el suspense que se acrecienta con el cada vez vez más cercano ejército alemán y los ataques aéreos. La guerra en todo su esplendor, con numerosas víctimas, y cómo una operación estratégica de lo más efectiva llevó a tantos soldados británicos, franceses y polacos, a estar prácticamente entre la espada y la pared con un enemigo que, tal y como nos ha señalado la historia, aún tendría más que decir en la vergonzosa contienda.

Atacar esta película por su ideología es simple y llanamente absurdo. En la historia real se hizo hincapié muchos años después en lo que se dio por llamar "espíritu de Dunkerque" y que evoca precisamente lo que la película transmite sin ningún tipo de disimulo: la absoluta y necesaria solidaridad en tiempos bélicos. 'Dunquerque' es una buena prueba de ello, una película que además rechaza toda épica y abandona por completo la posibilidad de hacer un panfleto político, aunque el uso de la banda sonora de Malcolm Arnold —ganador del Oscar ese mismo años por su inolvidable labor en la mítica 'El puente sobre el río Kwai' ('The Bridge on the River Kwai', David Lean, 1957)— en ocasiones parece ensalzar el espíritu patriótico.

Directa y secante en su mayor parte, 'Dunquerque' camina de lo íntimo a lo espectacular, de la historia personal a la Historia, dejando una visión agridulce sobre el significado del heroísmo. Pronto veremos qué es lo que ha hecho Nolan, quien ha empleado media hora menos de metraje.


1 comentario:

  1. Pues no la he visto. Y se supone que soy fan de la WWII. Tomo nota. Tiene muy buena pinta. Gracias.
    Si ser patriota es sinónimo de salvar vidas, como hizo Walter Pidgeon/Mr. Miniver, aquí firma uno.

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