‘Una lagartija con piel de mujer’ (‘Una lucertola con la pelle di donna’, Lucio Fulci, 1971) tiene su lugar en la historia del cine por varias razones. Se trata de lejos la mejor película de su director, quien entró en el subgénero giallo con ‘Una historia macabra’ (‘Una sull'altra’, 1969), cinta con claras reminiscencias hitchcockianas para años más tarde ser famoso por sus cutres y delirantes películas sobre zombis, intentando seguir la senda por un lado de Dario Argento y por otro, de George A. Romero, en despropósitos tan “divertidos” como 'Nueva York bajo el terror de los zomi' (‘Zombi 2’, 1979).
También supone la primera película que fue llevada a juicio por una muy delicada secuencia en la que se ven animatronics de perros abiertos en canal para un curioso experimento. El impacto de dicha secuencia casi hace que Fulci fuera encarcelado, incluso Carlo Rambaldi, años antes de que se hiciera famoso por cierto extraterrestre, tuvo que demostrar ante el jurado la falsedad de los animales. Una anécdota curiosa dentro de un film que habla sobre los fantasmas del sexo.
Lucio Fulci puede ser considerado sin ningún tipo de rubor como uno de los peores cineastas italianos en aquellos años de efervescencia de la época de una cinematografía con la mayor producción de la historia en aquellos años tan fructíferos, mayormente con producción española también. Films como ‘Angustia de silencio’ (‘Non si sevizia un paperino’, 1972) —donde se le ocurre la espeluznante idea de ponerle música de Ornella Vanoni a una paliza a Florinda Bolkan—, o ‘El destripador de New York’ (‘Lo squartatore di New York’, 1982), lo confirman sin ningún tipo de duda.
Pero en el caso que no ocupa, Fulci logró encontrar el equilibrio justo entre lo que quería contar y cómo contarlo. Todos los elementos posibles del giallo se encuentran en la película, añadiendo tres elementos que marcan la diferencia. Para empezar añadió, al igual que en su film más apreciado de la década anterior, elementos hitchcockianos, atreviéndose a utilizar el psicoanálisis como coartada para un crimen, en un argumento tan absolutamente retorcido —el fuerte de los films de Fulci— que despistarse un instante significa perderse.
Una de las mayores virtudes del film es la evolución forma que va sufriendo según la trama va aclarándose. De escenas con una fuerte carga onírica, y en las que no faltan referencias a cuadros de Francis Bacon, acorde con los sueños de la protagonista que ha “soñado” un asesinato que más tarde se produce de forma idéntica, vamos pasando a un mayor clasicismo, incluso en el montaje, en una época en la que la experimentación estaba al orden del día. Sorprendente por parte de Fulci, acostumbrado a los excesos.
Como en todo giallo las secuencias eróticas abundan, pero en este caso no son gratuitas —solían ser un mero reclamo publicitario de cara a obtener una mayor taquilla—, sino que poseen un significado mucho mayor que en otras ocasiones. El personaje de Florinda Bolkan —excepcional actriz nacida en Brasil, con una sensualidad fuera de lo común— aborrece los actos sexuales y de libertinaje de su vecina, una espectacular rubia con el cuerpo de Anita Strindberg. El diabólico juego que propone Fulci se traduce en un perfecto equilibrio ético/estético narrado con una precisión que asusta, nunca mejor dicho.
‘Una lagartija con piel de mujer’ —por cierto, maravilloso título en mi opinión— es violenta y sádica, divertida y terriblemente seria. Un giallo que trasciende su propia condición en el género para relevarse como un ejemplar juego con el espectador que entra en el mismo como en una pesadilla, y concluye con una explicación de lo más satisfactoria, con elegancia formal, dejando secuencias para la posteridad, como todos los sueños de la protagonista. Además de Bolkan en estado puro, que eso no se olvida. Lo mismo que un Ennio Morricone alejándose y acercándose a lo que nos tenía acostumbrados.
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